Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas
Salvador Percastre-Mendizábal 219 En este terreno de lo político y de la democracia, un elemento para pensar posibles esperanzas -aunque con muchas dudas- es lo que desde hace ya un tiempo algunos llaman “democracia digital” y “ciudadanía digital” -o “ciudadanías digitales”. La posibilidad de ampliar las vías de participación democrática a través del mundo digital podría facilitar, por ejemplo, que las políticas públicas se elaboren de un modo más colectivo que antes, abriendo cauces a la intervención de múltiples actores sociales, ampliando el campo de la democracia, aunque también se arriesgan nuevas exclusiones y, sobre todo, nuevas ilusiones decepcionadas (Ricciardi et al, 2015; Henen et al., 2020; Santini y Carvalho, 2019). Precisamente, en Uruguay, con un equipo de comunicadores, politólogos, sociólogos e ingenieros informáticos, estamos trabajando sobre ámbitos y procesos de participación ciudadana en políticas públicas usando herramientas digitales (Kaplún y Martínez, 2022). Me refiero, por ejemplo, a lo que hacen ya hace tiempo muchos gobiernos locales que elaboran presupuestos participativos, y que desde hace un tiempo incorporaron herramientas digitales a estos procesos, viendo allí una posibilidad de ampliar la participación ciudadana, de abrir más oídos y canales a propuestas de la ciudadanía, a discusiones y decisiones ciudadanas. Pero junto con estas potencialidades, también encontramos experiencias que parecen vacías de verdadera participación. A veces se pregunta sobre una política pública, pero sin posibilidades de construirla, solo de aceptarla o rechazarla. Otras veces se pregunta sin que importe realmente la respuesta. Se escucha a los ciudadanos y se les dice que su opinión es interesante y valiosa, pero luego no se la tiene realmente en cuenta. Y eso genera desilusión y cansancio; la siguiente vez pocos quieren participar. Y parece que lo que está en cuestión es la herramienta digital, y que se trata de buscar y crear otras mejores. Pero el problema es político y no tecnológico. En todo caso lo tecnológico agrava las cosas, porque hace más visible el problema: quedan más a la vista y documentadas las propuestas y opiniones que no fueron tomadas en cuenta. Las esperanzas en la democracia digital muestran sus límites, que son principalmente políticos, sociales, culturales. Si realmente queremos abrir las posibilidades de participación, más que hablar de ciudadanía digital o de democracia digital, pensemos en procesos participativos usando herramientas digitales. Y su uso dependerá de los genuinos deseos, de las voluntades políticas de abrir esa participación a la ciudadanía, lo que puede enriquecer a las democracias, porque va mucho más allá de los momentos electorales. Abre la posibilidad de que entre esos momentos haya diálogos ciudadanos amplios. En todo el mundo hay experiencias muy valiosas en este sentido, mucha gente buscando y creando. Creo que ahí se abre una luz de esperanza porque, al mismo tiempo que vivimos democracias debilitadas, hay también enormes esfuerzos por fortalecerla.
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