Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas
COMUNICACIÓN, POLÍTICA Y SOCIEDAD. ESTUDIOS Y REFLEXIONES CONTEMPORÁNEAS 170 sus territorios, es precisamente su propio desarrollo y las condiciones de vida de las generaciones que están por venir. Dado lo anterior, las comunidades son culpabilizadas por el decrecimiento de la economía a raíz de las decisiones colectivas que se oponen a la explotación mi- nero-industrial de sus territorios, a través de las consultas populares. Las voces de los agentes corporativos, que acusan a los pueblos del freno de la economía, tienen un ingrediente adicional, la necesidad de limitar los mecanismos de participación ciudadana que hacen posible la materialización de la democracia semidirecta. La tensión que aflora, entre democracia y desarrollo capitalista, resulta de la relación inversamente proporcional que hay entre participación democrática y rentabilidad económica. La ecuación que emerge de esta tensión, pone en riesgo la democracia participativa ante una eventual reducción de los espacios de participación, como único medio para resolver la paradoja del liberalismo económico. En medio de una sociedad más y mejor formada para hacer efectivos sus derechos, por medio de mecanismos democráticos de participación, el liberalismo económico comienza a ahogarse en sus propias aguas. La democracia, como esa llave mágica que abre las puertas al capitalismo privado en medio de sociedades cerradas, comienza a cerrarle las puertas al avance capitalista, tratándose de la explotación minera y oponiéndose a la forma deliberada de explotación de los mundos circundantes humanos. Ahora, las comunidades miden su desarrollo a partir de la conservación de sus espacios vitales. De ahí que “El desarrollo sostenible no es solamente un marco teórico, sino que involucra un conjunto de instrumentos, entre ellos los jurídicos, que hagan factible el progreso de las próximas generaciones en consonancia con un desarrollo armónico de la naturaleza.” (Corte Constitucional, C-339, 2002) En concordancia con el derecho al desarrollo, la Declaración de Río sobre el desarrollo y el medio ambiente de 1992, concilia las necesidades económicas de superar la pobreza, como forma de desarrollo, con la conservación de los espacios vitales para las comunidades como parte integrante del proceso de desarrollo. Eso significa, a criterio de la Declaración, que los principios sobre el desarrollo articulan el desarrollo social y económico con la estabilidad de los entornos naturales, en procura de asegurar la perdurabilidad del mundo biológico en relación con los procesos orientados a la superación de las condiciones de pobreza. Lo que se entiende, a partir del conjunto de principios contenidos en la Declaración, es que el desarrollo que pretende superar la pauperización económica del agente social, debe ser compatible con la protección y conservación del medio ambiente en prospectiva con las generaciones futuras. De tal manera que, un desarrollo que rompa con este equilibrio, se opone a la superación de la pobreza a pesar de que se generen elementos económicos que mitiguen o resuelvan de momento la pobreza. Un proceso de
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