Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas

Salvador Percastre-Mendizábal 139 las elites en detrimento de la ciudadanía. Es el caso de Dertouzos, quien recuerda que “desde los albores de la era de la información, la democracia virtual promete una cornucopia -o un cuerno de abundancia- de empoderamiento en un mundo digital” (en Norris, 2000, pp. 59- 60). La entusiasta creencia, en la capacidad liberadora de la tecnología, parece haberse convertido en una creciente decepción. Por ejemplo, Nie y Erbring estimaban que “Internet podría ser la última tecnología de aislamiento que reduce aún más nuestra participación en las comunidades, incluso más que en el caso de la televisión” (2000, pp. 44-45). Otros analistas del ciberespacio han argumentado, ante la hiper- concentración mediática digital y la extensa e incontrolada cibercriminalidad, que Internet es, en el mejor de los casos, “un centro comercial global y en el peor un antro de perdición” (en Howard, 2006, p. 64). Owen y Davis alegaban que, si bien laWeb efectivamente provee nuevas fuentes de información, aunque sólo a los políticamente organizados o interesados en virtud del desnivel en su acceso, “servirá para reforzar, incluso para ampliar, la fisura digital” (1998, p. 85). Murdock y Golding concuerdan que, pese a que el acceso a la Red in- variablemente se ampliará, “el nuevo medio solo puede reproducir o aun exacerbar el desfase entre los ricos y pobres en materia de información” (1989, pp.180-193). Brundidge y Rice concluyen que “la hipótesis en cuanto a que en el ciberespacio los ricos se vuelven más ricos ha quedado ratificada” (2009, p. 154). Esta opinión alimenta la idea de que los ganadores toman todo . Al sopesar las actividades de activistas enrolados en los movimientos sociales conectivos, Hill y Hughes aseveran que “Internet no cambia a la gente; simplemente les permite hacer las mismas cosas de una manera diferente” (1998, p. 44). Tomando en consideración las limitaciones propias de la participación política fuera de línea, Thompson advierte que “resulta ocioso esperar que las tecnologías basadas en red por si solas puedan crear en los ciudadanos el ánimo público suficiente para participar en política”. No obstante, concluye que la democracia requiere de tecnologías que respalden foros de deliberación accesibles a ciudadanos con diversas perspectivas y oportunidades para el diálogo (2002, p. 39). Visto desde el prisma del triunfo de la Guerra Fría, muchos entusiastas de las tecnologías hipermediáticas, escribe Morozov, atribuyen a este medio cualidades cuasi mágicas; para ellos, dice, “es la última trampa que puede finalmente ayudar al Oeste a derrotar a sus adversarios autoritarios” (2011, p. xii). Por su parte, imbuido de convicciones distópicas, Moore piensa que “en lugar de la realización del sueño democrático, Internet puede resultar -en referencia a la famosa obra de George Orwell (2010)- la última pesadilla del Gran Hermano” (1999, p. 49).

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