Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas

Salvador Percastre-Mendizábal 135 La relevancia académica de los estudios hipermediáticos La investigación, en torno a la capacidad de las tecnologías hipermediáticas, para reavivar la declinante salud de la democracia, sigue siendo un tema prioritario de la agenda académica, sobre todo en cuanto a sus efectos consecuentes en el devenir democrático global. Tal es así, que Internet ha interesado a una gran porción de los más relevantes científicos sociales. Según ISI web of Science Index, desde inicios del siglo XXI, los trabajos académicos sobre la materia digital crecieron notablemente. Un incremento similar, se refleja en la cantidad de búsquedas contabilizadas en las bases de datos de publicaciones mundiales como Lexis Nexis, al igual que en los resultados de los buscadores ciberespaciales. El crecimiento de los estudios sobre los medios tradicionales, ha sido mucho menor en relación con los que tratan los temas relativos a Internet (Chadwick y Howard, 2009, pp. 2-3). Si hasta ahora la televisión sigue siendo el medio político más popular, no es ya el más popular medio de estudio académico; éste es Internet. Pese a tan destacado esfuerzo, no se ha determinado, bien a bien, el alcance y el efecto real de los medios digitales en las opiniones, actitudes y conductas de sus auditorios, ni las formas en que Internet, sociedad y política articulan sus procesos comunicativos y sus consecuencias sociales. Por tanto, aún quedan muchos vacíos que llenar. Con objeto de poner en perspectiva el papel movilizador que muchos académicos otorgan a los medios y las redes sociales digitales, cabe recordar cuando Mark Pfeifle, ex asesor en seguridad nacional del ex presidente de los Estados Unidos George W. Bush, lanzó una campaña para nominar a Twitter para el Premio Nobel de la Paz en 2009, argumentando su relevante rol -incluso determinante- durante los disturbios en Irán, convencido, al igual que muchos ciberoptimistas de la época, que los microblogs se habían constituido como “instrumentos clave para documentar la crisis en Irán a propósito de los disturbios que siguieron a las elecciones de junio de 2009” (Khan, 2009). Esta nominación, a la que el Comité Noruego del galardón no puso objeción, tenía por antecedente cuando en 1991 Lennart Meri -posteriormente presidente de Estonia- nominó a Radio Free Europe para el mismo premio por su papel en el fin de la Unión Soviética (Morozov, 2011, p. 20). No pasó mucho tiempo para que la llamada primavera árabe, que se habría iniciado a raíz de esa protesta colectiva iraní, pasara a convertirse en un “invierno dictatorial”: las autoridades cerraron las universidades capitalinas, bloquearon los sitios Web y la transmisión de mensajes vía Twitter y teléfonos móviles, y lanzaron una ofensiva digital en favor del gobierno, prohibiendo también los mítines y arrestando a muchos estudiantes (Morozov, 2011, p. 20).

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