Comunicación, política y sociedad. Estudios y reflexiones contemporáneas
COMUNICACIÓN, POLÍTICA Y SOCIEDAD. ESTUDIOS Y REFLEXIONES CONTEMPORÁNEAS 102 Introducción: la violencia es omnipresente Con el desarrollo de Internet, a partir de la década de los noventa, y durante la primera década después del año 2000, su adopción como nuevo sector económico mundial y centro de convergencia de todas las actividades humanas, se da el surgimiento de la violencia digital, lo que hace evidente la importancia de la dimensión de violencia en el campo de la Comunicación. En los últimos veinte años, hemos visto la proliferación de fraudes, extorsiones y estafas de perfiles multiplataforma (por ejemplo, el phishing y el ransomware ) perpetrados por plataformas de redes sociales, ciberacoso, pornografía vengativa, piratería de datos, usurpación de identidad, transmisión de asesinatos, difusión de delitos en redes sociales, discursos de odio, acoso online a periodistas e influencers digitales, entre otros, lo que ha hecho de internet un entorno inseguro. La celebrada “abundancia de información” en internet ha dado paso a lo que Han (2017c) llama la “violencia de la positividad”, resultante, entre otros factores, de las condiciones de comunicación en la contemporaneidad. La expresión “violencia de la positividad” es desarrollada por el autor a partir de la ubicuidad de la violencia en la sociedad de la performance y la hipercomunicación (Han 2017a, 2017b, 2017d) y también puede entenderse como resultado de la expansión y diversificación de las formas de producción y difusión de la información, como sugiere Blotta (2016), lo que da lugar a la creciente aparición de la violencia mediática. Podemos entender la violencia de la positividad a través del binarismo en la cultura como un espacio de positividad (presencia, adición) y negatividad (ausencia, restricción). “La violencia positiva del exceso es mucho más dañina que la violencia negativa de la carencia y la retención. Mientras que la carencia encuentra un final en el punto de la saciedad, el exceso no tiene fin” (Han, 2017c, p. 236). El autor cuestiona la noción de sociedad de la información, la inteligencia, el compartir o la convergencia (Castells, 2005; Lévy, 2000; Shirky, 2012; Jenkins, 2008) y argumenta que cuanta más información circula, menos comunicación hay (Han, 2017e). Lo que existe es la enumeración: Lo digital absolutiza el número y la enumeración. También se cuentan en primer lugar a los amigos en Facebook ( gezählt ). La amistad, sin embargo, es una narrativa. La era digital totaliza lo aditivo, lo enumerado y lo enumerable. Incluso las tendencias se cuentan en forma de me gusta. La narración pierde enormemente en sentido. Hoy todo se hace contable para convertirlo en el lenguaje del desempeño y la eficiencia. Así, hoy, todo lo que no es enumerable deja de serlo. (Han, 2017c, p. 66-67, énfasis agregado) Venimos de una sociedad marcada por límites entre “espacios de negatividad”, por ejemplo: las leyes laborales que regulan las horas de trabajo y las horas de descanso. Los hospitales, las escuelas y las cárceles, como sistemas de disciplina sobre los cuerpos (Foucault, 2017), ya no son espacios reservados para la comunicación interior/exterior: los selfies y videos en urgencias y hospitales son más o menos habituales en las redes
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