Innovación social y pública: experiencias y aproximaciones a la complejidad contemporánea

CAPÍTULO VI. Innovación en salud 547 Experiencias y aproximaciones a la complejidad contemporánea INNOVACIÓN SOCIAL y PÚBLICA no ha quedado exento. De esta manera, nuestro país ha adscrito a diversos programas, planes y estrategas en salud que se han orientado a la promoción, pero no han reparado en los conceptos de prevención que una buena política de salud debe poseer (Kickbusch, 2003). En muchas ocasiones, se han obser- vado situaciones similares tanto en el discurso político como en el académico, donde no se establece una distinción clara entre la promoción de la salud y la prevención de enfermedades (Vio del Río, 2015). Esto puede generar confu- siones fundamentales en relación con el concepto de salud, ya que mientras se busca promover la salud, también es necesario contar con estrategias definidas para prevenir y detectar enfermedades. La promoción de la salud es una actividad práctica y en esa línea la praxis desarrolla y realiza a los individuos, mientras que la prevención está orientada a una actividad técnica, que en su conjunto concluye en una utili- dad que se transmite por medio de la enseñanza-aprendizaje (Ayres, 2002). La población que conoce la diferencia de estos conceptos y los aplica es una minoría, a diferencia de quienes confunden los términos y no pueden discri- minar la importancia de la práctica y las técnicas que se pueden desarrollar frente a la salud en general. Ahora bien, la diferencia sustancial entre ambos conceptos es que la promoción se define en positivo, es salutogénica, se construye desde la premisa de que somos seres saludables, por lo que la promoción en salud es estructurada desde bases de promoción determinantes de la salud (Restrepo y Málaga, 2001). Así, la prevención es instaurada desde la patología y se define en negativo, es decir está definida para prevenir las enfermedades o factores de riesgo. Desde esta perspectiva, es patogénica, es decir está construida desde la enfermedad (Antonovoski, 1996), y se dirige a las personas o grupos de riesgo de enfermedades. La importancia de propiciar ambos conceptos y diferenciarlos debi- damente en las políticas públicas, puede aumentar las probabilidades de que las poblaciones de personas canalicen no sólo los esfuerzos humanos, sino también económicos en el reconocimiento de un estilo de vida saludable que los aproximen a vivir mejor y con menos enfermedades. Esto porque, si bien al conectar el acceso a la salud con la promoción y la prevención de ella, en un contexto general, estamos enfocándonos en el fomento de la salud como conjunto; no obstante, poder identificar que significa uno respecto del otro,

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