Huella y presencia (tomo VII)
JOSÉ DOMINGO GÓMEZ ROJAS, T.M. Mauricio Araya Roos ''El hombre no debe soportar todos /,os golpes, y aquel a quien Dios señala ha de hundirse. " lfEINRICH VON K.i..EJST "Mi tristeza es bel/,eza de un extraño destino". JD. GólvfEZ ROJAS. ¿Quién es este trágico desconocido que nos llama desde su ocul- tamiento? ¿Cuál de todos es Domingo Gómez Rojas: el cristiano pro- testante, el anarquista, el brillante orador alumno tanto de Leyes en nuestra Universidad de Chile como de Pedagogía en Castellano en el Instituto Pedagógico, o el nihilista nietzscheano, el encarcelado, el torturado, el divino martirizado muerto a sus 24 años?. Seguramente ha de ser esta trayectoria violenta de cometa suicida, este vagar en el corazón de la búsqueda y la desesperación. Su corazón se hermana con grandes nómades del espíritu como un Hólderlin, un Kleist o un Kazantzakis, pero nunca alcanzó estas alturas: Gómez Rojas es un poeta trunco, un esbozo a mano alzada, una promesa no cumplida. Nos sobresalta que él mismo, respondiendo a ese calificativo de "vate", sea capaz de vaticinar una parte de su significación, una suerte de triste impotencia por no poder acercarse a lo inefable: "Y en la blancura lívida del papel, en cada hoja mínio versos y versos con pasionales fiebres y en cada verso llora la impotente congoja de /,os cantores mudos y los ciegos orfebres: de /,os ciegos orfebres y /,os cantores mudos que nacieron artistas y con el fuego santo y que nunca pudieron en mármoles desnudos o en las pautas del viento, plasmar la concepción o hacer vibrar el canto!". El pintor coetáneo Ricardo Jilbert le bautizó como el "poeta co- hete", seguramente observando su estela veloz, su corto paso por la 89
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