Huella y presencia (tomo VII)
DRA. MAR.CELA BARRÍA c. pre ha habido estudiantes de Medicina aficionados a la música; para muestra sólo un par de nombres de mi curso: Tomás Walter, hematólogo actualmente, tocaba violín y Paz Chuaqui, psiquiatra, le acompañaba al piano. Pasé de curso, no sin algunos sustos, como quedar con Química para marzo, que efectivamente se daba en marzo, porque terminába- mos el año académico en la segunda o tercera semana de enero. Apro- bé también el 8º año de piano y el curso de Armonía, con el maestro Carlos Botto, recientemente fallecido, como profesor. El año siguiente "hice agua". Segundo año era el nivel más duro de la carrera, con Anatomía y Bioquímica como los "cucos". Llevaba un mes de clases en Medicina, apenas un par de semanas en el Con- servatorio y no pude más. Tuve que pedir suspensión de estudios pen- sando, por supuesto, que al año siguiente iba a poder reanudarlos. No ocurrió así, también por supuesto, y ahí estaba yo, ya en tercer año de Medicina, entrando en el mundo fascinante de la relación médico paciente, dedicada a ser sólo estudiante de Medicina, con el piano prácticamente abandonado. Apenas iba a los conciertos cuan- do tocaba la Sra. Flora. PERO lA. CARENCIA SE MANIFESTÓ••• En el segundo semestre, por ahí por septiembre, se me dejó caer una gran tristeza y desánimo, sólo quería tocar piano, lo que hacía en un piano que tenían en el Pensionado Universitario donde vivía (en calle Dieciocho con Rosales, donde ahora está el Instituto Geográfico Militar). Igual asistía lo mejor posible a las actividades curriculares, en ese tiempo no se concebía faltar a práctica clínica en la mañana o a los pasos prácticos de los ramos preclínicos en la tarde "a menos que uno se estuviera muriendo". A veces no iba a clase, pero era com- plicado conseguirse los cuadernos y además había que copiar los apun- tes ¡cómo cambió la vida con la fotocopia y después con las famosas grabadoras! Rápidamente caí en la cuenta de que mi problema e ra la necesi- dad de reanudar mis clases de piano; me contacté con la Sra. Flora quien, si bien ya no tenía cupo para tomarme como alumna, me preparó para dar el examen de admisión y me recomendó un pro- fesor, Don Germán Berner, bellísima persona, con quien estudié mientras hacía el cuarto año de Medicina, en el mítico año 1968, año del movimiento estudiantil mundial y de la reforma universita- ria en nuestro país. 71
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=