Huella y presencia (tomo VII)

HUELLA Y PRESENCIA VII Recuerdo, como si fuera hoy, la alegría desbordante que me em- bargaba cuando subía la escala hasta el quinto piso del Conservato- rio, en Compañía 1264, el día de mi clase. Yo estaba en el Liceo 1 Javiera Carrera, ubicado en Compañía con Amunátegui, de manera que sólo debía caminar dos cuadras para llegar al Conservatorio. Me iba caminando muy rápido, para llegar antes de la hora de mi clase y alcanzar a escuchar a un alumno de curso avanzadf> que estaba estudiando la Sonata Walstein, de Beethoven. Me enteré, maravilla- da, que la Sra. Flora la había llegado a interpretar a los 17 años; yo con 15, estaba tan lejos... , de hecho, no la llegué a tocar. Terminé mis "humanidades" e l equivalente de la enseñanza media actual y di "bachillerato", e l examen que se rendía para ingresar a la Universidad. Con esta confesión ya saben que soy de la generación "antigua", la verdad es que me siento muy orgullosa de pertenecer a ella. Postulé a Medicina en la U. de Chile y también en la U. de Con- cepción, un poco por hacerle e l gusto a mi papá, que soñaba con que sus hijos estudiaran allá. Quedé preseleccionada en la Chile para dar examen de admisión. Nos instalaron en una sala, separadas las mujeres de los hombres, ya que había 40 cupos para mujeres y 120 para hombres, de manera que se corregían las pruebas por separado. Nuestro examen de admisión consistió en un piloto de las pruebas de Aptitud Académica, verbal y matemática, que dos años después se implantaran en todo el país. También nos tomaron prueba de Biología y me parece que de Quími- ca y Física. Hace mucho tiempo, sin embargo tengo muy vívido el recuerdo de subir al quinto piso del Hospital JoséJoaquín Aguirre, donde fun- cionaba el decanato y las oficinas administrativas de la Escuela de Medicina, acompañada de mi mamá, para matricularme, feliz de es- tudiar Medicina. Junto con cursar el primer año seguía con mis clases regulares en el Conservatorio. En ese tiempo había un piano en el Centro de Estu- diantes de Medicina (CEM), que estaba ubicadojunto al Casino de la Laurita, en un sector que después quedó ente ro para el casino, hasta su demolición hace pocos años. Había mucho movimiento en el CEM alrededor de la hora de almuerzo; muchos de ustedes deben recor- dar las mesas de ajedrez, siempre ocupadas a esa hora, y un poco más adentro del local, el piano. En ese piano tocábamos cada vez que podíamos, junto con otros compañeros de curso y también de otros niveles de la carrera. Siem- 70

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