Huella y presencia (tomo VII)

1A MÚSICAY 1A MEDICINA Dra. Marce/a Barría Concha -¡Esta guagua va a ser para usted, señorita Laura! Le decía mi mamá a la Srta. Laura Allaire (se pronuncia Aler, por- que es apellido francés) mientras, con su primer embarazo cursando sin problemas, la atendía en su consulta, en Linares. Mi mamá era dentista y una de sus pacientes era esta Srta. Laura, la única profesora de piano "seria y exigente" que había en la ciudad en aquella época. Entonces, como se puede apreci.ar , en mi familia se esperaba que yo, la hija mayor, estudiara piano con una buena profesora, lo que, como se sabe ahora, hice. Pero en realidad, independiente del deseo de mis padres de que estudiara piano, la música estaba instalada dentro de mí como una pasión, demostrada por la manera cómo recuerdo, con auténtica di- cha, la llegada del piano a mi casa. Tenía 6 años, venía llegando del colegio en la tarde y desde la esquina de la casa vi que unos hombres entraban un piano, mi piano Rud Ibach Sohn, que aún conservo. A partir de ese momento, cada vez que mis tías -hermanas de mi papá que vivían en Concepción y Temuco- llegaban a mi casa, ellas tocaban ese piano, en una verdadera fiesta musical que me fascinaba. Debo señalar que el piano se cuidaba mucho, se trataba casi con ve neración, no estaba pe rmitido "picotear" ni me nos tocar "la Po lka del perro". Me encantaría tener la posibilidad de trans- mitir aquí cómo sonaba esa polka, tocada clandestinamente y más encima a cuatro manos, con una amiga que también estudiaba con la Srta. Laura. Pero mis estudios de piano siempre se entendieron complementa- rios a mis estudios formales del colegio, nunca tuve la idea ni sentí que se esperara que yo fuera a dedicar mi vida a ser pianista. De todas maneras mis padres hicieron bien las cosas. Así, después de un tiem- po de estudiar con la Srta. Laura, consideraron que debía dar exáme- nes válidos y a los 11 años -había empezado a estudiar a los 8- me llevaron a Concepción a dar examen de primer año. Posteriormen- 67