Huella y presencia (tomo VII)

DR. RICARDO CRUZ-COKE M. Una contribución importante para el progreso de nuestra Uni- versidad fue la fundación de la Editorial Universitaria en 1947, en que yo participé como representante de Medicina. El Directorio de 1948-1950 estaba constituido por el Rector Juvenal Hernández, que presidía, los decanos Juan Gómez Millas, y Hugo Sievers, y los egresados Felipe Herrera, Fernando Ríos Ide, Pierre Lehmann y el estudiante Ricardo Cruz-Coke. El gerente general era Arturo Matte Alessandri y subgerente Eduardo Castro. En esa época los estudian- tes realmente formábamos con nuestros profesores una verdadera comunidad académica en la búsqueda y difusión del saber. Estimo que la Editorial Universitaria fue la institución cultural más trascen- dental creada en la Universidad de Chile en el siglo XX En 1950 rendí mi examen de grado, ante una comisión en el deca- nato de la Facultad formada por Larraguibel, Girón y Avendaño. Fi- nalmente el 24 de mayo el Rector me entregó el diploma con el título de Médico-Cirujano en su propia oficina, junto a otros nue- vos profesionales de otras Facultades Los AÑOS FINALES DEL HosPITAL SAN VICENTE Fui afortunado por vivir mis primeros años de médico en los últi- mos días del Hospital San Vicente. En marzo de 1950 ingresé como médico ad honorem en una de las salas de mujeres de la Cátedra de Prado Tagle, dirigida por el Dr. Mario Plaza de los Reyes. Hacía además turnos en el Pensionado y trabajaba en el laboratorio clíni- co de la Cátedra haciendo exámenes de rutina. En agosto ocupé un puesto de reemplazante de auxiliar de laboratorio. El Pensiona- do era dirigido por el Profesor Gustavo Jirón, quien era Profesor de Anatomía, Senador y Presidente del Colegio Médico, que había sido fundado en 1948. En 1950 falleció el profesor Prado Tagle y fue electo por el claustro de la Facultad el Profesor Osear Avendaño Montt, quien fue durante 18 años mi profesor y maestro junto con Plaza de los Reyes, jefe de clínica. En 1952 fui nombrado médico internista del pensionado y en 1953, médico internista grado IV, con cuatro horas en la catedra de Avendaño. Después del incendio de la Escuela, los restos de la Biblioteca y las cátedras de Biología, Genética, Anatomía Patológica y Farmacología, se trasladaron a las salas orientales del Hospital e n demolición, lo que me permitió mantener una buena relación bási- co-clínica con sus profesores y ayudantes. Así entré en contacto con el Profesor Jorge Mardones y su ayudante Sergio Leccanelier futu- 41

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