Huella y presencia (tomo VII)

DR. RICARDO CRUz-CoKE M. de Cáncer de mama, con una muy buena calificación. A pesar de mi admiración por los cirujanos, al término del ciclo clínico me sentía más cómodo con la medicina interna. Junto a las cátedras de Medicina y Cirugía nos enseñaron Neurolo- gía el Profesor Lea Plaza yTisiología el Profesor Héctor Orrego Puelma, dos grandes maestros que fundaron sus especialidades modernas. En 1948 volví nuevamente al área norte donde ingresé al binomio Pediatría-Obstetricia de los Profesores Arturo Scroggie del Hospital Roberto del Río y del Profesor Carlos Monckeberg en su maternidad del Hospital San Vicente (actual edificio del Cáncer). Nuevamente tuve la oportunidad de asistir a una famosa clase inaugural del más gran maestro de la Obstetricia chilena del siglo XX. En una mañana de marzo, en la gran aula magna de la Maternidad, se produjo un silencio entre los alumnos mientras comenzaban a entrar detrás del podio algunos ayudantes, hasta que llegó el profesor Monckeberg con un inmaculado delantal blanco, rodeados de su corte de profe- sores extraordinarios: Puga, Keymer y Gacitúa. Después de saludar a sus alumnos el maestro nos dicto una clase de conceptos genera- les sobre la maternidad, las virtudes de la mujer, madre y enferma y de la responsabilidad de los médicos y matronas en proteger la vida de la madre y del niño. Describió los recursos físicos y humanos que tenía su maternidad, la mejor dotada del país, con pensionado, sa- las de neonatología, de patología (Murillo), una escuela de matro- nas, laboratorio y servicio de estadísticas y biblioteca. Nacían 50 ni- ños diarios y todos los alumnos tenían que atender al menos 10 par- tos y asistir a 20. Yo atendí 17 partos y 50 vistas. La disciplina y el orden eran fundamentales y estábamos bajo el imperio de la cultu- ra obstétrica europea. Don Carlos Monckeberg (1884-1954) era jefe de Cátedra desde 1921 y se había dedicado a hacer investigaciones científicas en las enfermedades de las parturientas. Fue fundador de la Sociedad de Biología de Santiago en 1928 y en 1930 ayudó a don Carlos Casanueva a fundar la Escuela de Medicina de la Universidad Católica siendo su primer Decano. Su contribución al desarrollo de la Obstetricia nacio- nal fue considerable. Lo conocí en la Comisión de Docencia y en su cátedra donde discutimos los problemas de la reforma. Defendía la clínica clásica europea y la estructura patronal de la cátedra y la ma- nutención de las antiguas cátedras que desaparecieron con la refor- ma. Fue sin duda el más poderoso patrón (apodado el faraón) de la medicina chilena en el siglo XX. 35

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