Huella y presencia (tomo VII)

HUELLA Y PRESENCIA VII gía de Alessandrini fue el primero del país en tener pabellones y equipos modernos de anestesia, parecidos a los de la moderna Clí- nica Santa María. Por otra parte Armas Cruz competía con Alessandri en el equipamiento y especialización de sus recursos físicos y huma- nos. Sin darnos cuenta estábamos siendo formados con la mejor edu- cación clínica del país. Me tocó la suerte de formarme con el gran maestro de;a medicina interna Rodolfo Armas Cruz (1905- 1995) antiguo Profesor de Pato- logía médica, un gran talento clínico que hacia clases brillantes, cla- ras y estimulantes, a la vez que exigía mucho trabajo y dedicación de servicio a los enfermos. En esa época no había subespecialidades y debíamos saber diagnosticar todas las enfermedades de la medicina interna y después chequear nuestros diagnósticos en las reuniones anátomo-clínicas. Armas Cruz fue, junto con Alessandri uno de los impulsores de la creación de la Hematología, Gastroenterología y Cardiología chilenas. Tuve la suerte de tener como docente en cardiología a Francisco Rojas Villegas, quien fundaría en el Hospital San Borja la primera unidad coronaria nacional. Por otra parte ltalo Alessandrini dirigía un excelente equipo de nuevos cirujanos en que descollaba Juan Allamand Medaune, uno de los grandes cirujanos chilenos del siglo XX, quien me enseñó cirugía digestiva en animales de experimentación. Estudié anestesiología con el Dr. Ernesto Frias en los primeros aparatos Foregger que llegaron a Chile. Dar anestesia era resistir un tensión extrema. Uno salía con dolor de cabeza des- pués de dos horas manejando las columnas de gases de los aparatos primitivos. Pensaba que no servía para ser cirujano pues era muy tor- pe con mi mano izquierda. Pero don ltalo insistió en que hiciera una operación de apendicitis. Al grito de "Cruz-Coke va a operar", acu- dieron todos a ver la operación que fue todo un éxito. El paciente fue visitado por todos los médicos que lo felicitaban por su suerte. Siempre recordaré la Fe que tuvo don Italo Alessandrini en mis hu- mildes talentos quirúrgicos que fueron un gran estímulo para mi vida profesional. Era un maestro que se jugaba por sus alumnos. En mis estudios en e l Hospital Salvador también tuve oportuni- dad de seguir el curso inaugural de Neurocirugía que dirigió por vez primera el Dr. Alfonso Asenjo uno de los fundadores de su espe- cialidad en el mundo, y que obtuviera en 1973 el Premio Nacional de Ciencias. Desde entonces pensé que era la especialidad más he- roica de la cirugía por sus misiones imposibles. El examen práctico final de Cirugía me lo tomo el Profesor Felix de Amesti en un caso 34

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=