Huella y presencia (tomo VII)

HUELLA Y PRESENCIA VII gan sus horas y sus días a una causa que creen valiosa. Y al cabo de un tiempo comprenderán que son evanescentes las ideas, olvidables los resultados, truncas las esperanzas. Pero la vida es así y el tiempo, que no vuelve ni tropieza, solamente puede ser atado con la pala- bra, que es la garantía del futuro. Si algo nos ha de unir a los que nos sucederán eso será la palabra escrita. El texto. El qiscurso petri- ficado en imagen y en letra. Deseemos que este esfuerzo tenga el premio que merece, la per- manencia que se ha ganado y la emulación que reclama. DR. HÉCTOR CROXATTO REZZIO El quehacer de un científico es inevitablemente parte de una em- presa colectiva, que construye un patrimonio que pertenece a toda la humanidad, que crece con el esfuerzo colaborativo que metafórica- mente puede ser comparado con la de construir un edificio sometido a constantes remodelaciones, que no tiene término y al cual contribu- yen a enriquecerlo cada día más, los científicos de todas las latitudes. Es el edificio de la Ciencia siempre inconcluso, pero que velozmente se eleva a mayor altura. Allí, cada científico aporta sus propios mate- riales, datos concretos, de muy diversos quilates, que en esta cons- trucción equivalen a colocar una mera palada de arena y cemento, o unos ladrillos, pilares de acero o también vigas maestras, o bien derri- bar muros de teorías que se hacen caducas, o abrir amplias ventanas para otear horizontes insospechados que aporten luz nueva al saber, etc. Pero nada de la íntima personalidad de esos "albañiles" queda en esa construcción que permita conocer a cada autor. En situación opues- ta está el artista, que deja en su creación en forma imperecedora su propio estilo, y en sus obras maestras imprime en ellas inevitables rastros de su propia personalidad con tal transparencia que el autor puede ser reconocido. El artista concibe algo en que lo buscado tien- de a identificarse con el buscador y permanece presente para siem- pre en su obra que de tiene el tiempo como un conjuro para alcanzar la eternidad. Cuadros, esculturas, obras de artesanía conservadas por siglos están intactas en museos; poemas, partituras, novelas permane- ce n en bibliotecas, como obras inmodificadas para el deleite de innúmeras generaciones. 282

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