Huella y presencia (tomo VII)
HUELLA Y PRESENCIA VII calladamente, tan sutilmente, que sabríamos decir cómo, a la vuelta de unos años, ya no nos reconocemos en nuestras palabras y nuestros actos. La institución estaba destinada a desparecer con quienes fue- ron su savia, nosotros. Pero ahora que sabemos, ahora que nuestro presente de entonces, hoy pasado, vuelve con distinto ropaje, en las miradas de muchos conocidos y tantos desconocidos, aQ.ora la institu- ción sí existe para siempre. Al menos, hasta que haya quienes escu- chen con sus ojos los textos de estas huellas y presencias plasmadas en lenguaje y preservadas como texto. Estos volúmenes de muy irregular factura tienen, cual más cual me- nos, el poder taumatúrgico de la evocación. Tal vez debiéramos lamentar en alguno la falta de prolijidad, en otro lo superficial de sus memorias, en un tercero la parquedad de la expresión. Quizá otros hubieran gana- do con una benéfica amputación de partes hueras. Pero quienes respon- dieron al llamado lo hicieron en la confianza de que perdurarían en el recuerdo, de que gestarían institución con sus palabras. Gestar institución. He ahí lo que estas páginas han hecho, hacen y seguirán haciendo. Porque ¿qué son las instituciones sino la memoria cordial de sus integrantes? ¿Y qué son sus integrantes sino un manojo de recuerdos plasmados en textos? EL ESPÍRITU DE LA MEDICINA La Facultad de Medicina de la Universidad de Chile tuvo orígenes modestos. Hacemos comenzar su historia como una escuela profesio- nal que en 1833 inició la formación de médicos que para ejercer de- bían someter al dictamen del protomedicato, institución colonial de venerable memoria. Cuando la Real Universidad de San Felipe pasó a ser la institución que luego conoceríamos como Universidad de Chile mantuvo el carácter de academia de letrados que tuvo la vieja univer- sidad. Porque en realidad nuestra universidad empezó a ser institu- ción docente con las reformas de 1879, y con la presencia de Ignacio Domeyko y otros hombre eminentes que forjaron la que luego sería la más prestigiosa institución académica de Chile. Entre sus rectores es- tuvo precisamente un médico, donjoséjoaquínAguirre, en cuyo nom- bre se han hecho tantos y valederos emprendimientos. Nada sería la medicina chilena sin los hombres y mujeres que, al forjarla, dejaron de ella y su desarrollo el testimonio escrito que hoy atesoramos. Junto a la historia oficial, la de las grandes ocasiones y las efemérides que gustan a los políticos existe, sin embargo, otra histo- ria, más íntima, más intensa, menos comprensible para los de fuera. 280
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=