Huella y presencia (tomo VII)
ÜPINARON SOBRE HUELLA Y PRESENCIA tidumbres, pues ningún texto tiene un único significado. No existe el sentido canónico de un texto, salvo que le sea impuesto por obra de algún dogma o derivado de alguna doctrina. El sentido de un texto es una amalgama de intenciones del autor, de contenido, de contexto cultural, de circunstancia, de expectativas del lector, en fin, de una interminable sucesión de momentos, de situaciones, de mutaciones. Si es verdad que el texto permanece como cosa que puede tomarse y dejarse a voluntad, lo es en el muy paradójico de que el mundo que la lectura crea es siempre aventura, desconocido horizonte. La letra escrita crea instituciones sociales, relaciones entre perso- nas, goces estéticos, deleites de la memoria. En realidad, el buen tex- to escrito es siempre un acto de recordar, que en su etimología rela- ciona el acto de escribir con el corazón, el cordis benéfico que huma- niza al intelecto. Tengo para mí que la memoria es una facultad pero el recuerdo es un arte. Y creo que de todas las artes, aquella que se funda en producir y guardar textos es la que más cerca está del supre- mo arte de recordar. Esta poiesis creadora de mundos, esta permanencia de la lengua en sus signos concretos, modifica la praxis humana. Nada es igual des- pués del texto que funda religiones, proclama derechos, consagra ta- lentos. No en vano perduran aquellas religiones basadas en textos. El islam, el cristianismo, el judaísmo, todas son religiones del libro sa- cro, aquel que conjura, convoca, nutre y salva. Son religiones de libro. Creencias en textos, por textos y para textos. Los TEXTOS QUE DEJAN HUELLA Y SON PRESENCIA Esta serie de textos que Amanda Fuller ideara hace ya luengos años ha logrado crear una institución de la memoria, en la que a veces reconocemos nuestra Facultad de Medicina. Pero esta institución, re- creada en las páginas de estos libros con mayor o menor fortuna, sin duda es múltiple. Tan plurales son sus apariencias que yo, leyendo estos volúmenes, amplío el horizonte de mi vida con detalles y esce- nas que fueron mi contemporaneidad sin yo saberlo. Mientras yo es- tudiaba, por ejemplo, otras personas concebían su plan de vida bajo el alero de la misma institución que a mí me cobijaba. Yyo no lo sabía. Mientras yo trabajaba enseñando e investigando, otras personas, a pocos metros de mí, libraban batallas contra la ignorancia, desarrolla- ban proyectos, tejían historias. Y yo no lo sabía. Y así, no sabiendo pero sabiendo se nos fue pasando la vida, tan 279
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