Huella y presencia (tomo VII)
HUELLA Y PRESENCIA VII en un movimiento compositivo ascendente a la izquierda para con- tinuar arriba, hacia la derecha y abajo con la potencia suficiente para iniciar un nuevo ascenso en el centro, lugar de fusión con el río sin riberas que divide el mural lateralmente. Contrasta el eje vertical de la mitad izquierda con la orientación oblicua de la pareja de amantes a la derecha reforzada por los brazos en t:ruz de la mu- jer totémica en el plano inferior. El artista se ha inspirado en la iconografía de antiguas prácticas médicas, sin orden cronológico, como si fuera una invitación a com- partirlas con la realidad presente rodeada de múltiple tecnología biomédica. El movimiento circular se inicia a la izquierda con la medicina herbácea y mágica, simbolizada por la Mandrágora, descrita como una bella mujer por su raíz de forma humana. Con ese nombre fue- ron conocidas las muñecas fabricadas con la raíz de la planta y esta- tuas talladas, a las cuales se cuidaba, adornándolas para proteger las casas dejadas a su cargo. Otros usos, recogidos de Homero por la medicina hipocrática, recomendaban su empleo para la melancolía y los impulsos suicidas. Más arriba está Horus, el Dios egipcio que protegía de las mordeduras de las serpientes, representado como un niño flotando con los brazos abiertos. A su izquierda, Anubis, el dios cabeza de cha- cal, deidad de los embalsamadores. Más arriba: los gemelos africanos venerados como curanderos; los instrumentos prehispánicos clestina- dos a la trepanación craneana con movimientos cadenciosos que per- mitieran perforar sin romper. Destaca el caduceo tradicional, trans- formación de la vara de Esculapio y el bastón chamánico de poder divino, con la serpiente enroscada y sus dos ramas como emblema y símbolo de la medicina. En el lado opuesto del río del conocimiento sobresalen las figuras de mayor tamaño y el más importante centro de atracción de la pintu- ra: una pareja estrechamente unida en expresión de amor y felicidad. El clasicismo de los cuerpos desnudos destaca en el cuadrante supe- rior derecho y encuentra su contrapunto en las calaveras mexicanas de cartón y azúcar, portadoras de humor cotidiano y una filosofía positiva de la muerte, entendida como engendradora de vida.Junto a ellas, del cráneo de una calavera más real parece emerger la luz. Más abajo se encuentran tres fetos pintados, según imágenes medievales, con representación de órganos, la circulación de la sangre, los mús- culos y los huesos. La estructura compositiva continúa hacia el centro 270
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