Huella y presencia (tomo VII)

HUELLA Y PRESENCIA VII Italia, del cual conservo, al igual que el resto del internado en obstetri- cia y pediatría los más gratos recuerdos. A la vez trabajaba en mi tesis de grado bajo la dirección del profesorJorge Mardones, en un tema expe- rimental relacionado con la hipertensión arterial. Recibí mi título de médico en noviembre de 1943. No existían en aquel entonces las becas de postgrado que permiten adquirir un buen manejo clínico de lo aprendido, se entraba de lleno al ejercicio de la profesión; la única manera de alcanzarrnna mayor expedición era buscar una ubicación en algún servicio de medicina de hospital bien organizado que permitiera una cierta formación acadé- mica, posición que en los primeros años era ad honorem. Me integré pues a un servicio de medicina interna, porque esa era materia de mi interés e ingresé al servicio que dirigía en el hospital San Francisco de Borja el Dr. Alejandro Garretón Silva, profesor de patología interna y luego de clínica médica de la Universidad de Chile. El profesor Garretón conocía muy bien los defectos de la enseñanza médica y muy poco después dirigiría una modificación del plan de estudios que permitió a los alumnos incorporarse a las salas del hospital y tener mayor contacto con los pacientes. En esa época recién comenzaban a delinearse las subespecialidades médicas, debido a la aparición de nuevas técnicas instrumentales de diagnóstico que hacían necesario saber manejarlas; había cardiólogos, gastroenterólogos y se esbozaban otras subespecialidades; escogí hematología de la cual se sabía muy poco, en la que todo estaba por hacer y era prácticamente desconocida por los médicos; un aprendiza- je que emprendí llevado sólo de mi entusiasmo, pues los únicos hematólogos conocidos que hubieran podido enseñarme trabajaban en otros hospitales. Tuve el estímulo del profesor Garretón y gané la amistad del Dr. Antonio del Solar Valenzuela, uno de los grandes internistas del siglo XX a quien recuerdo con admiración, ambos me ayudaron denodada- mente y pusieron su confianza en mí. Pero era evidente que mi expe- riencia en hematología necesitaba mejorar y eso requería realizar una práctica en los Estados Unidos de Norteamérica, lo que no fue fácil de lograr y solo pude obtener 10 años después. En USA había fundaciones interesadas en elevar el nivel de la medicina en Latinoamérica, una de ellas la Fundación W. K. Kellogg que a lo largo de 20 años becó a aproxi- madamente 100 profesionales chilenos: médicos, dentistas, enferme- ras, químicos etc. Obtuve una beca Kellogg. Así llegué a NuevaYork en donde seguí un curso de medicina interna en el hospital Bellevue y 24

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