Huella y presencia (tomo VII)
PROF. FERNANDO LoLAS Sn:PKE dad profesional y asumir la posición de otro observador. Esta "doc- trina del punto de vista" -orteguiana como la que más- es frecuen- temente ignorada por difícil y lo usual es encontrarse con personas monotemáticas y monoargumentales, que descalifican lo que des- conocen y reprueban las interrelaciones o integraciones. A la inver- sa, tenemos individuos de inclinaciones "holísticas" que no trabajan ninguno de los discursos en detalle y se quedan en generalidades de corte semi-místico y, por cierto, mistificador. Así, entre los espe- cialistas -que parecen saber todo de nada- y los dilettantes -que saben nada de todo- encontrar la personal identidad de estudio y trabajo no es tarea fácil. Por supuesto, a nadie se oculta que esta búsqueda de relevancia e identidad dependerá críticamente de las intenciones y proyectos personales. Quien desee descollar en el plano académico, bien hará en dedicarse concienzuda y tenazmente a producir trabajos solven- tes, apreciados por la comunidad de sus pares. Es posible que no tenga mucha popularidad ni sea llamado a resolver cuestiones prác- ticas, como otro tipo de personas, para las cuales lo importante son los resultados concretos, independientemente de sus fundamentos teóricos. Aunque esta estilización es exagerada, responde a la expe- riencia corriente. Y en la medicina, siempre se encontrará indivi- duos que dan razón de sus afanes por el amor a las personas (phiw- anthropía), por su apetencia por el arte (phiw-tekhnía) o, menos fre- cuentemente reconocido, por el amor a sí mismos (auto-philía) . Sin duda alguna, el trabajo profesional reúne estas intenciones o amo- res en grados variables. Es justamente el desafío implícito en la armonización de discursos inconmensurables y a veces antagónicos el que me llevó a incursionar en lo que hoy día conozco como bioética. Muchas personas, cuando escuchan esta palabra, piensan que ya saben todo, pues la ética con- siste en ser buenas personas. Otras se enredan en las partículas "bio" y "ethos" reconstituyendo la idea de las dos culturas popularizada por muchos antes que se inventara la palabra bioética y a veces reducida a la expresión "ciencia con conciencia". No voy a repetir aquí los origenes de la palabra, latamente desarrollados en otros sitios. Sola- mente quiero decir que para mí, hoy, la bioética es esencialmente el empleo racional del diálogo para formular, jerarquizar y, a veces, re- solver los dilemas planteados por la ciencia y la tecnología. Desde este punto de vista, es un "puente" entre racionalidades, personas, disciplinas. Tiene un carácter "intersticial", entre los saberes consti- 217
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