Huella y presencia (tomo VII)

DR. CAMILO URRAÍN A. años a los mejores alumnos de la asignatura de obste tricia, el premio consistía en un hermoso volumen de arte o de literatura; que yo re- cuerde fue el único profesor que entregara este tipo de distinción a sus alumnos. Las clases se hacían durante las mañanas, algunas en la escuela de medicina otras en el hospital San Vicente de Paul, contiguo a la prime- ra, que pertenecía a la Universidad de Chile y era su hospital clínico; de hecho sólo entrábamos a las salas de hospitalización con el objeto de asistir a demostraciones clínicas, pero nada sabíamos de la atención médica a los enfermos, razón por la cual era costumbre acercarse a algún médico conocido y pedirle autorización para asistir de una ma- nera informal a las actividades del trabajo médico diario, eso se hacía en el intervalo que dejaban entre sí las clases teóricas. De todo ello tengo un recuerdo imborrable, así por ejemplo mi sorpresa al ver un paciente que había examinado el día anterior en grave estado, con fiebre alta e intensamente disneico afectado por neumonía, lo encon- tré afebril y con frecuencia respiratoria normal: está recibiendo, me explicaron, un nuevo medicamento que se llama sulfapiridina que destruye los neumococos, era el comienzo de la quimioterapia antibacteriana iniciada poco antes por Dogmak; pude seguir el pro- greso inexorable de un aneurisma de la aorta torácica que deformaba el tórax y comprometía la piel vecina la que se apreciaba solevantada y de un color violáceo brillante, afortunadamente no me tocó presen- ciar el desenlace final, la ruptura del aneurisma. Había que esperar hasta el internado para adquirir alguna práctica en el manejo de los pacientes y familiarizarse con la terapéutica. Hice el internado de cirugía en el servicio del profesor Adolfo Constant, en el antiguo hospital San Juan de Dios ubicado en la avenida Bernardo O' Higgins, más conocida entonces como "la Alameda": no he olvidado que a poco de llegar me llamó aparte un paciente grave consumido por una fiebre constante, hospitalizado desde hacía varias semanas, me dijo alarmado que había notado y yo lo pude comprobar, la aparición de una masa pulsátil ubicada en la región dorsal izquierda, la masa rápidamente se abrió de una manera espontánea dando salida a un grueso chorro de pus verde y cremoso que totalizó varios litros, después de lo cual el enfermo mejoró rápidamente: era el llamado "empiema de necesidad" que yo conocía de los textos de patología pero del cual no había visto personalmente caso alguno. El internado de medicina interna lo hice en el servicio del profesor Alejandro Garretón en el hospital San Borja, situado también en la Alameda cercano a la plaza 23

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