Huella y presencia (tomo VII)
ALGUNOS RECUERDOS AUTOBIOGRÁFICOS Dr. Camilo Larraín Aguirre Nací en Santiago, mi padre Ernesto Larraín Luengo era abogado, fue el primer Auditor General del Cuerpo de Carabineros y en tal carácter fue Ministro de la Corte Marcial durante muchos años. Me eduqué en el colegio de los Sagrados Corazones de Santiago, mis pro- fesores fueron en su mayoría sacerdotes franceses, hombres sencillos, rectos, intachables; cuando éramos pequeños se dirigían a nosotros en francés idioma en que debíamos responderles y de esa manera nos enseñaron esa hermosa lengua. La enseñanza seguía el programa ofi- cial del estado ante cuyo representantes rendíamos exámenes anual- mente, era muy completa, digo esto porque el conocimiento adquiri- do me fue de gran utilidad posteriormente, y recuerdo con gratitud que los principios de fisica que ahí aprendí me fueron de utilidad en un curso sobre radioisótopos que seguí muchos años después en el Instituto de Medicina nuclear de Oak Ridge en USA. Ya a los 11 años hablaba de ser médico, una idea que me inculcó mi padre; en mi familia había gran respeto por los médicos a los que se consultaba con frecuencia, no sólo porque mis hermanos y yo padeci- mos todas las enfermedades infecto contagiosas de la infancia, que en ese tiempo distaban de ser innocuas sino por las acertadas decisiones que estos médicos adoptaron en casos más graves. A los 15 años y ya próximo a comenzar mis estudios de medicina me hice el propósito de "hacer grandes estudios", como se decía en esa época, y me veía ya de 30 años de edad como un hombre sabio y respetado por mi experien- cia y conocimiento, la vida se encargó muy luego de demostrarme que todo ello era sólo ilusiones infantiles. Entré a estudiar a la Facultad de Medicina de la Universidad Católi- ca de Santiago, fundada algunos años antes y que sólo disponía de facilidades para enseñar primer y segundo año de la carrera, después de lo cual se proseguía ésta en la Escuela de Medicina de la Universi- dad de Chile, la única en el país que estaba en condiciones de graduar a un médico. Recuerdo a excelentes profesores: en biología al Dr. Ro- berto Barahona, en anatomía al Dr. Cristóbal Espíldora, en fisiología al 21
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