Huella y presencia (tomo VII)
DRA. CARMEN GONZÁLEZ Z. no salió de esa oficina sin el consejo o recomendación que lo reconfortara y le permitiera sortear de algún modo, las dificulta- des planteadas. Esta función la realicé por 16 años, no fue fácil el realizarla... tampoco el dejarla... Acabo de retirarme el 1 2 de marzo de 2005, por lo cual he revisado mi pasado académico y mis vivencias desde fuera. Les pido excusas por haber escrito todo lo anterior en fun- ción de mis propias actividades, es decir, casi como "mi biografía académica". Esto lo he hecho no por vanidad, sino para relatar la historia de esta Facultad durante los últimos 50 años. Así pude contarles los cambios y progresos alcanzados y vividos. Hoy los alum- nos de pre y de postgrado disponen de excelentes laboratorios de investigación y de docencia, bien equipados. Los progresos de la globalización han llegado a las aulas, hay un mayor intercambio con los científicos de todo el mundo, habiendo mejorado enor- memente las posibilidades de becas para estudios o estadías cortas o largas, en excelentes centros de investigación o Universidades. Actualmente muchos de nuestros Magisters o Doctores pueden ir a realizar su postgrado fuera de Chile. También hubo cambios materiales... como relaté anteriormente "Borgoño 1470" fue paulatinamente abandonado por su gente, y las cátedras que allí funcionaron se trasladaron a la Facultad de Cien- cias o a la nueva Facultad de Medicina, en Independencia 1027, con sus largos y anchos pasillos cubiertos de mosaicos fríos y poco acogedores. Los acontecimientos vividos en los años 70, como el nuevo entorno, contribuyeron tal vez en parte a que los bioquímicos se replegaran y cobijaran en sus laboratorios, dejando de ser "la fa- milia" que posiblemente he idealizado en estos recuerdos. Después de haber escrito todo lo anterior, siento una gran sa- tisfacción y tranquilidad, fortalecida por la certeza de que siem- pre hice todo lo que tuve o quise hacer, en la mejor forma posi- ble, de acuerdo con mis capacidades, por lo cual tengo el con- vencimiento de que he vivido... Se vive para recordar... y tratar de olvidar lo que no hicimos, con o sin razón. Termino confesan- do que viví dando lo mejor de mí para otros: mis alumnos, mis discípulos, mis compañeros y amigos... Si los tuve o no, no lo pue- do asegurar. Si lo hice bien o mal, tampoco lo aseguro... Sólo el tiempo y los años lo dirán... , espero que estos reflejos de 50 años ilustren a las nuevas generaciones. 161
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