Huella y presencia (tomo VII)

DRA. CARMEN GONZÁLEZ z. do Maestro y Amigo Hermann Niemeyer, y siguiendo su consejo acepté el cargo. El año 1975 fue muy difícil, tal vez el más difícil de mi vida académica, ya que al poco tiempo de asumir como Directo- ra del Departamento, el Rector de la Universidad fue cambiado, y con él también algunos Decanos, entre otros el Dr. Plaza de los Re- yes. Tuve que cumplir con la ingrata tarea de suprimir algunos car- gos con el fin de hacer ahorros presupuestarios. Junto al Consejo Asesor, pude manejar esta situación en la mejor forma posible, sin dañar las funciones docentes del Departamento. Más adelante me vi enfrentada a las nuevas autoridades, que quisieron removerme del cargo de Directora, por no haber obedecido "órdenes de sus- pensión de actividades de Trabajos Prácticos de alumnos d e Medi- cina", por motivos a mi parecer, no universitarios. No lo lograron. .. Con estos y otros problemas, no tuve el tiempo ni la tranquilidad necesarios para desarrollar mis actjvidades propiamente académi- cas, por lo cual al cabo de poco más de un año de estar como Directora, presenté mi renuncia indeclinable al cargo, la que fue aceptada. Volví al mesón del laboratorio y a la Docencia con mis queridos alumnos de Medicina de las promociones de fines de la década del 70 y comienzos de la del 80. Yo en esos años fui J efe de la Docencia en Bioquímica del departamento. Junto a estos alumnos, hoy ilustres médicos, nos correspondió defender la autonomía de nuestra Facul- tad, en numerosas ocasiones en que los derechos universitarios fue- ron vulnerados. En esa época, Marta Vélez se unió al grupo de traba- jo, pasando a colaborar directamente conmigo. Trabajamos intensa- mente, tratando de demostrar "Efectos hormonales en la madura- ción de ovocitos de Xenopus lavéis", específicamente el efecto a nivel de enzimas como las Proteinaquinasas, "mis viejas amigas" de mi época de estudiante en la Universidad de Washington. Fue un trabajo intenso, pero poco productivo, con resultados de difícil in- terpretación, de los cuales a pesar del esfuerzo realizado junto a la valiosa cooperación de Marta, se concretaron sólo algunas presenta- ciones a Congresos, pero sólo una publicación. Gran frustración para un investigador científico, pero como dijo alguna vez Albert Einstein "el ser humano encuentra a Dios detrás de cada puerta que la cien- cia logra abrir". Y esto es válido para el trabajo que se esconde de- trás de toda creencia y búsqueda d e la verdad , no importando los resultados, siempre y cuando el trabajo haya sido realizado con amor y entrega a los que nos rodean. 159

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