Huella y presencia (tomo VII)

DRA. FILOMENA IOETIE FALAHA DE ZALAQUETI en las diferentes épocas hasta llegar a los grupos de rock, y los regaee actuales. El colorido de los trajes y el sonido de sus instrumentos perdu- ran en mi recuerdo. Los asistentes con sus vestimentas típicas y su alga- rabía formaron parte del espectáculo. El día anterior se efectuó una reunión consultiva con los Directo- res Regionales de la UNICEF Oeste, Centro y Oriente y el nuevo Di- rector regional de la OMS. Dr. Monekoso. Esta reunión era especial- mente para el lineamiento de las políticas y de los programas que se les presentaría a los Ministros, donde era fundamental considerar el desarrollo humano en los planes de crecimiento del país. En la Asam- blea General estaban presentes todos los Ministros de Salud y sus ase- sores inmediatos de los países miembros africanos. Me tocó conocer a la viceministro de salud de Guinea Ecuatorial con quien tendría que trabajar posteriormente en forma estrecha En mi primer viaje a Malabo, capital de Guinea Ecuatorial antigua colonia española, tuve una experiencia desagradable. Malabo es una ciudad con arquitectura española antigua y grandes plazas rodeadas de construcciones. Tenía que presentar mis credenciales al Ministro de Relaciones Exteriores. Había hecho el viaje con mi hijo adolescen- te y dos funcionarios de la UNICEF de Camerún. Mi hijo, que se quedó recorriendo la plaza tomando fotos mientras yo cumplía con mi trabajo, fue detenido por dos soldados marroquíes de la guardia de seguridad del Palacio que lo llevaron a la comisaría como sospe- choso. No andaba con documentos. Los marroquíes hablaban fran- cés, mi hijo les respondía en el mismo idioma por lo que no creye- ron que era chileno. Los soldados de la guardia lo dejaron en la comisaría y se fueron sin explicarles las razones de su detención a los policías guineanos, pues ellos no hablaban español. En fin, una serie de equivocaciones. La policía no podía liberarlo porque había sido detenido por la guardia pretoriana y no sabían la causa, creye- ron que era un espía y ni los esfuerzos del jefe del PNUD, ni del ministro de relaciones, ni mi amiga la viceministro podían hacer algo sin la autorización del jefe de la seguridad del país, el que fue ubicado en el estadio presenciando un partido de fútbol. Esta fuer- za de seguridad era independiente de la estructura regular. La de- tención duró largas horas, felizmente se consiguió impedir que lo llevaran al calabozo y permanecí a su lado. Las gestiones fueron ten- sas antes de su liberación. Yo debía comunicar a Nueva York para presentar una queja oficial de las Naciones Unidas al gobierno. No la hice, mi hijo no tenía daños físicos. Estaba iniciando una labor en 147

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