Huella y presencia (tomo VII)
HUELLA Y PRESENCIA VII equipado. Estuve trabajando allí veinte días con los médicos del Mi- nisterio y diseñamos un proyecto de Salud Materno Infantil para ser presentado a las instituciones internacionales en busca de fondos, que posteriormente fueron obtenidos. El Chad es un país musul- mán, no beben alcohol, el descanso semanal es el viernes. Me tocó estar en período del ayuno del Ramadán. Ellos seguían un ayuno sin ingesta de alimentos ni de agua, desde la salida a la puesta del sol, se decía que el ayuno empezaba cuando dos hebras de hilo una blanca y otra negra se podían diferenciar con la luz del amanecer, y finalizaba el ayuno cuando ya las hebras de hilo no se diferenciaban al comenzar la noche, alrededor de las seis de la tarde. Se bebía un vaso de agua antes de la ingesta de los alimentos de la tarde. Los internacionales respetábamos sus costumbres y no se bebía alcohol ni en las reuniones sociales privadas. En una ocasión el Ministro de Salud y el médico jefe del programa chadiano me invitaron a comer a su casa, nos sentamos en cojines y sobre una alfombra se colocó una bandeja cubierta de pan con arroz y carne de cordero, condi- mentada con especies, y, con un trozo de pan delgado haciendo de pinzas se tomaba el alimento, sin tocarlo con los dedos. Yo ya cono- cía este sistema de comer que había visto en las regiones rurales de Jordania donde había estado años antes con mi marido cuando fui- mos huéspedes del rey Hussein y nos tocaba salir a comer en las regiones rurales, claro que a nosotros, igual que al rey, nos ofrecían una cuchara de oro. El pueblo chadiano es muy hospitalario y ale- gre a pesar de las cruentas guerras civiles que han sufrido. Son visi- tados por caravanas de comerciantes que llevan diferentes merca- derías y que recorren la ruta del desierto en sus camellos. Me tocó estar en contacto con una de ellas donde adquirí dos hermosas al- fombras persas que tengo actualmente en mi casa. Todavía está en mi recuerdo la voz del moasin que desde el alto del minarete de las numerosas mezquitas llamaba a la oración con su tono armonioso, y se veían a todos los hombres arrodillados sobre su tapiz y orientados hacia la Meca en las plazas y mercados. Cuando terminé mi misión en la República Centroafricana nume- rosas agencias internacionales, de ONG europeas y nacionales me otorgaron distinciones, El gobierno pidió a la OMS en Ginebra la autorización para otor- garme la Medalla del Honor y de Reconocimiento de Centroáfrica por la labor realizada en el país. El Ministro de Salud de esa época, General de Brigada Xavier Silvestre Kangongo, me la concedió en 142
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