Huella y presencia (tomo VII)

HUELLA Y PRESENCIA VII evaluar, siempre a evaluar. Pero también llegaban hombres rememorables, directores ejecutivos que tenían o tendrían relevan- cia mundial. El director del PNUD representaba a todas las organiza- ciones internacionales. La residencia era lujosa, en la cual había colocado una gran cantidad de cuadros y objetos de arte africano que cambiaba periódicamente de ubicación de acuerdo a su tem- peramento. Sus reuniones sociales se realizaban puntualmente a la hora exacta. Los almuerzos del día sábado, donde frecuentemente era invitada, se efectuaban a las 13 horas con dieciséis comensales. El señor William Harper, que fue director por cinco años, me ofre- cía la cabecera opuesta, era un soltero afro americano que poseía una gran cultura por lo que las reuniones eran exitosas y de gran elegancia y protocolo. Su residencia en Nueva York la convirtió en un museo de arte africano. Yo también efectuaba cenas exactamen- te a las 20 horas sólo con doce invitados, no había más espacio en mi casa, pero les ofrecía algunas exquisiteces chilenas que salvaban mi prestigio. Yo tenía la preocupación de traer algunos comestibles, vino y champagne chilenos en el cupo de equipaje ·que me autoriza- ba la OMS. La comida en Centroafrica en el primer período era importada de Francia y a elevados precios. Los alimentos locales eran reducidos y no apetecidos por el ambiente blanco. Mi cocinero se quejaba cuando compraba en la feria alguna verdura típica como los camotes o las berenjenas que a mí me apetecían. Para las fiestas de fin de año comprábamos alimentos que se encargaban especial- mente por la Cooperación y los militares franceses a Francia. En el interior del país había grandes aeropuertos privados y exce- lentes condominios con sus zonas de caza donde llegaban los aviones con turistas amigos, políticos europeos y gente del jet set internacio- nal. Se realizaban grandes fiestas y en los primeros años que estuve allí, safaris con cacerías de elefantes hasta que se dictó la ley de pro- tección de los elefantes y luego de su prohibición se hacía la caza de especies de menor tamaño. Disponían de electricidad por grupo elec- trógeno que permitía un aire acondicionado permanente y de mu- chas comodidades. En apartados sectores había cazadores de elefan- tes furtivos que formaban una gran organización con aeropuertos privados para sacar del país las defensas de marfil a pesar de los es- fuerzos del gobierno para controlarlos. Realicé algunos safaris en el parque San Floriste dependiente del Ministerio de Bienes Nacionales en la región noreste del país. En la entrada del parque nos daban un instructivo con las indicaciones ge- 140

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