Huella y presencia (tomo VII)

DRA. FILOMENA IOETIE FAlAHA DE ZAlAQUEIT junto de programas existentes y captar las actividades que po- drían reforzar el proyecto que tenía a mi cargo Por ser chilena y no haber vivido desde la infancia con problemas de razas, no aceptaba la discriminación racial que existía, lo cual ha- cía que tanto los europeos como los de color me respetasen y me tuvieran presente en sus eventos técnicos y sociales. Había veces que, en algunos lugares, donde me tocaba asistir, estaban invitados sola- mente gente de color de países africanos y en otras, solamente blan- cos. Además existía un grupo, el de los "dominó" como se les llama- ba a los matrimonios mixtos, blancos con africanos, formados por hombres profesionales centroafricanos que en Europa, donde habían ido a estudiar, se casaban con mujeres españolas, francesas o rusas y volvían a sus hogares en Africa donde para ellas era difícil habituarse porque las tradiciones hacían que toda la familia africana del profe- sional tratara de vivir en sus casas, con sus costumbres, a sus expensas porque habían contribuido a los gastos de sus estudios. Así, la vida les era difícil. Este grupo no pertenecía a la casta social africana ni a la europea. Formaban clanes importantes ya que ellos eran profesiona- les requeridos por el gobierno. Nos tocó frecuentarlos. La discrimi- nación era por ambos lados. También existía esta discriminación entre las diferentes é tnias afri- canas. Una vez me tocó recibir a dos expertos etíopes que venían por un programa de telecomunicaciones. Ellos se consideraban de una casta superior, descendientes del Rey de los Reyes por lo que no acep- taron sentarse en una mesa a ingerir alimentos junto a otros africa- nos. En uno de los primeros viajes de vuelta a Chile vía Sudáfrica me tocó estar con una médico senegalesa, jefa de un programa de Salud Materno infantil de la OMS de Brazaville que invité a tomar un refres- co en el aeropuerto de Johannesburgo, porque había una escala de cuatro horas, pero rápidamente se acercó una azafata para indicar que mi vuelo partiría antes y debía dirigirme a otro sector, sin decir- me que no se podía estar junto a una persona de color. No me deja- ron esperar junto a ella. Había olvidado la discriminación existente, en ese país en esa época, ya que en mi trabajo los consideraba a todos en forma igual. Había incorporado como directora del programa materno infan- til, a una colega médico centroafricana Pierrette Sokambi, con la in- tención de prepararla para mi relevo cuando fuera necesario, y ella me acompañó diariamente, lo que me permitió conocer con más de- talles la vida de los centroafricanos, sus comidas, sus fiestas, sus cos- 137

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