Huella y presencia (tomo VII)
DRA. FILOMENA loETTE F AL\HA DE ZAJ.AQUETT por más de diez días. También me tuve que preocupar de abrir salas de aislamiento en el hospital y desarrollar centros de rehabilitación. En 30 días estaba vacunado casi todo el país. El esfuerzo fue muy grande. Felizmente detuvimos la epidemia. Tenía presente el modelo de la campaña de vacunación de polio, aplicado durante la subrogancia de la jefatura de epidemiología que realicé en Santiago. Las comunicaciones eran deficientes. Los teléfonos y sistemas de radio no funcionaban muy oportunamente, pero toda la población estaba bien informada. Existía la comunicación por intermedio de los tambores, el Tamtam, que sonaba constantemente y que llevaba las informaciones. Los expertos internacionales me explicaban que la ubicación de los tambores hacía posible que se realizara la transmi- sión d.e las ondas sonoras con los distintos mensajes de una colina a otra. En las localidades sabían cuando yo tenía que llegar a un pueblo sin necesidad de un aviso previo, así que no me preocupaba, ya que tampoco tenía la seguridad si mi mensaje llegaría o no, por medio de los teléfonos. Las campañas de vacunación fueron otro ejemplo de comunicación por los Tamtam. Los caminos eran muy malos, había algunos que en sectores no podían recorrerse a una velocidad mayor de 10 Km. por hora. Llegar a Bosangoa, jefatura de la prefectura del norte, a 200 Km. de dis- tancia tomaba más de ocho horas. Posteriormente vino el mejora- miento de los caminos. En el primer viaje que realicé tuve una sor- presa agradable, porque al hacer la pausa del mediodía para un momento de descanso, el chofer descendió del vehículo un toldo, una mesa, silla, mantel, velas, bebidas frescas, vajilla y servicio, había traído el almuerzo preparado por mi cocinero en Bangui. Comer en plena ruta aislada, con todo el confort de Bangui era reconfor- tante en esos largos viajes. Al llegar a destino donde por el Tamtam se sabía de mi viaje, me recibían las autoridades y las religiosas que me alojaban, y la ducha terminaba con el polvillo rojizo que se había adherido en el trayecto. En algunas misiones católicas se colocaban las cañerías de agua de la ducha sobre el techo, para calentarlas con el sol, o también las pasa-. ban por turbas donde el calor de la fermentación producía el mismo efecto. Se aseguraban de agua tibia aunque escasa, agradable para la ducha del fin de la jornada. Había algunas regiones de muy difícil acceso. A la región de Obbo al extremo este, próximo a la frontera con Sudán, las rutas eran muy malas y para proyectar una misión debía de disponer de tres semanas 133
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