Huella y presencia (tomo VII)
TIEMPO DE CAMBIOS* Dra. Ester Mateluna García ''Voy a efectuar una punción lumbar a todo niño que...". Así ini- ciaba uno de los apuntes que hacía la doctora Ester Mateluna cuan- do, a mediados de la década de los '60 -y con terror de dejar pasar un enfermo grave, como podría ser de meningitis, por ignora ncia- comenzó a ejercer la pediatría. Venía llegando de Estados Unidos, país al que acompañó a su marido por dos años, y esta era la única disciplina médica que no había olvidado después de titularse, por práctica obligada, pues tuvo a su primer hijo, Juan José. De vuelta en Chile se integró al Hospital SanJuan de Dios, donde el doctor Julio Schwarzenberg, jefe de servicio, la acompañó en sus primeros pasos. "Algo ayuda...", decía en escueto aliciente este maes- tro cuando ella le informaba respecto de qué tratamiento daría a sus pacientes. Por ello, y sin querer fallar, llenó su carpeta de hojitas de apuntes en las que detallaba qué hacer frente a diversas patologías: listas enormes que luego corregía. Eran tan completas que los inter- nos se las pedían prestadas: "descubrí que si me pedían explicaciones era porque no estaban claras, de manera que tuve que pulir esos apun- tes, entendiendo que la mejor forma de aprender era enseñar", cuenta la doctora. Lo que esos internos no sabían, y la doctora Mateluna ni siquiera imaginaba, era que ésas eran las primeras guías de estudios de quien sería una destacada directora de la Escuela de Medicina de la Univer- sidad de Chile. HACIENDO FACULTAD Desde que ingresó en 1953 a su primer año sabía que quería ser doctora. No le importó tener que pasar más exigencias que sus com- pañe ros, pues en esa época la Universidad de Chile permitía el ingre- so sólo de 30 mujeres -y 120 varones-, por lo que se cimentó la fama de buenas estudiantes. Nadie las discriminó negativamente; y *Oficina de Comunicaciones de la Facultad de Medicina. 15
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