Huella y presencia (tomo VII)
HUELLA Y PRESENCIA VII que estimulaba las diferentes especializaciones en pediatría, le daba mucha importancia a la protección y a la promoción de la salud de la madre y del niño. Con muchas inquietudes sociales en 1964 realicé un curso en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile para licenciarme en Salud Pública, Administración y Epidemiología y lograr una ma- yor formación en este campo. La red de consultorios materno in- fantil se estaba desarrollando y haciéndose más efectiva para aplicar las técnicas de política de salud que conducían a la disminución progresiva de la morbimortalidad infantil que se logró en el país. Seguí en el área occidente con el hospital San Juan de Dios que era dirigido acertadamente por el doctor Carlos Salomón. Después de ser la directora del Consultorio de Lo Franco, fui nombrada jefe del programa de epidemiología del área. Ejercía ese cargo cuando acep- té la beca para ir a perfeccionarme en el curso de la OMS en 1970. Fue un curso intensivo de un año que se realizó en Moscú y luego en Alejandría, Egipto. Los docentes eran expertos de la OMS. Ade- más de los temas que abarcaba la licenciatura fue importante tener en cuenta las características de los diferentes países representados, donde, para encontrar soluciones, se debía considerar las realidades étnicas y culturales y ajustarlas a los conocimientos técnicos. Yo era la única mujer de este grupo, formado por doce médicos jefes de servi- cios de diferentes países, México, Pakistán, Polonia, Hungría, Gana, Malasia, Egipto, Japón, Filipinas, Chile y Rusia. Estando en Alejandría, Egipto, recibí una invitación de la Presi- dencia de la República para una entrevista con la primera dama egip- cia, la esposa del presidente Anuar Sadat, Gihanna Sadat, una her- mosa mujer muy preocupada por promover el desarrollo y la parti- cipación de las mujeres egipcias. Estaba interesada en conocer a la única mujer de este grupo de profesionales que era de origen ára- be, mi apellido Falaha significa del "campo" y, que provenía igual- mente, de un país en vías de desarrollo. Fue un interesante día de trabajo, donde le conté de mis esfuerzos, de los programas materno infantil y de promoción para la participación de la mujer que se llevaban a cabo en Chile. En la Oficina de la OMS en Alejandría estaba el médico chileno doctor Darío Verdugo, experto en progra- mación y que trabajaba en la organización durante muchos años. El y su señora han mantenido una profunda amistad con mi esposo y mi familia. Fue uno de los que presentó mi candidatura para los cargos internacionales posteriores. Fue también de gran prestigio 124
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