Huella y presencia (tomo VII)

HUELLA Y PRESENCIA VII tectura griega fue la contemplación del pórtico de nuestra Escuela ¿Fue construido acaso en honor de Hipócrates, padre de la Medicina y contemporáneo de los grandes arquitectos y artistas que levanta- ron el Partenón? El hecho es que al poseer la armonía entre las partes y el todo, producía al mirarla, en forma tal vez inconsciente, un agrado estético, sosiego del espíritu y equilibrio dé' la mente. O sea, tenía aquel frontis en sus proporciones matemáticas lo que se ha llamado "la proporción áurea" de los griegos y que más tarde, Leonardo da Vinci llamó "la proporcion divina". Ojalá, que en el edificio interior de nuestra psiquis esté esa proporción áurea, esa armonía, que, en la vorágine de actividad actual, o en las cambian- tes circunstancias de la vida, nos calme, nos serene y nos permita oír la música callada de nuestro existir. En otro plano, para los ratos libres, teníamos los estudiantes un oasis acogedor: "el Casino de la Laurita". Ella nos recibía con una sonrisa suave y afectuosa. Alrededor de una mesa, tomando café con un queque o con un sándwich, los grupitos de amigos arreglábamos el mundo. Era el tiempo de la Guerra Fría, entre la órbita soviética y la órbita occidental capitalista liderada por Estados Unidos. Mientras tanto en Chile, el Padre Alberto Hurtado SJ. escribía y dictaba confe- rencias sobre lajusticia social, reactualizando las encíclicas de la Igle- sia Católica y fundando el Hogar de Cristo. El gobierno del Presiden- te Gabriel González Videla otorgaba a la mujer el derecho a voto en toda clase de elección (1949), tiempo después accedería al cargo de Ministro deJusticia por primera vez en Chile una mujer, doñaAdriana Olguín de Baltra. Este era el contexto histórico en el que se desenvol- vía nuestra juventud y vida universitaria. Con todo ello aprendimos a dialogar. Tratábamos con respeto, sin acritud al que pensaba diferente. Todos nos teníamos un afecto de solidaridad que se hacía presente en las situaciones de peligro que eran las pruebas escritas y los exámenes orales frente a comisiones de tres profesores. En el auditorio el curso observaba expectante, con interés y nerviosismo examinando interiormente cada cual sus cono- cimientos. El ambiente habitual en nuestro curso era agradable. Los atuendos de las niñas eran juveniles, sobrios, a la moda. Los jóvenes usaban temo y corbata. No se oían garabatos. Las actitudes y palabras aun- que simpáticas y alegres, guardaban compostura. No se conocía el blue- jeans. Los gustos musicales se deslizaban entre lo clásico y ba- rroco hasta los aires de tangos y boleros. Algún compañero memorio- 114

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