Huella y presencia (tomo VII)
HUELLA Y PRESENCIA VII desinterés cuando quieren hacer aportes en una conversación que vaya más allá de temas triviales. Además, otra cara fea de la discriminación soterrada contra las mujeres es no ver, o no poder reconocer, cuánto más difícil es para una mujer lograr lo mismo que los hombres. Siempre tenemos tantas demandas puestas sobre nuestro tiempo y nuestras enerf?;ías creativas. ¿Quién se preocupa de los niños, de las tareas, de las compras, de las comidas, de las idas al médico y al dentista y de las reuniones del colegio? Sin embargo es preciso reconocer que la situación de las mujeres en Chile y en muchos países del mundo ha mejorado mucho desde los tiempos en que Amanda Labarca luchaba por mejorar la condi- ción de la mujer. Ella y otras mujeres como ella, lucharon durante muchos años y en forma incansable por los derechos de las µmjeres. Para mejorar la educación y su situación legal. Largo sería enume- rar sus muchos logros y contribuciones, pero sólo quiero destacar que fue la primera académica mujer de la Universidad de Chile. Fue nombrada profesora extraordinaria de la Facultad de Filosofía y Humanidades en el año 1922. Este fue un hecho tan notable que convocó en el homenaje a la profesora Labarca al presidente de la República de esos años, don Arturo Alessandri Palma, y don Pedro Aguirre Cerda, quien era en ese entonces Ministro de Educación. Me imagino, aunque la historia oficial no lo consigna, que doña Amanda Labarca debe hacer sido blanco de muchas críticas y tam- bién de muchas burlas. Me imagino también que debe haber sido una mujer muy valiente. Capaz de seguir adelante pese a todo, motivada sólo por sus firmes convicciones de que las mujeres, aun- que diferentes a los hombres, eran equivalentes y por lo tanto mere- cían tener la oportunidad de desarrollarse como personas, de edu- carse y progresar en el ámbito intelectual y del saber. Si ella estuvie- ra hoy con nosotros, se sentiría feliz de ver cuánto hemos progresa- do las mujeres en desarrollarnos como personas, como lo atestigua la presencia de tantas académicas en esta sala y el mismo hecho de que se confiera esta distinción en su nombre año tras año en la universidad que la acogió entre sus profesores. Y también estarían felices otras mujeres que vivieron en los mis- mos años de Amanda Labarca. Pese a haber permanecido en el ano- nimato, muchas mujeres profesoras normalistas tuvieron un papel central en la educación de la mujer en esos años. En mi familia ma- terna, las hermanas y primas de mi bisabuela y mi abuela fueron pro- 108
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