Huella y presencia (tomo VI)
HL'EI.I.A Y PRESENCIA VI u n lugar y yo en otro) y las siguien tes no fueron más amables, para conclui r finalmen te que nuestro Servicio de Oncología era "invia- ble". Dicen que e l Dr. Goeppfert proyecta algunas diapositivas con los volcanes de l sur de Chile pero en e l M.D. Anderson ninguno de los médicos que yo conocí sabían que es chileno. Haciendo un parale lo con la histo ria personal, yo soy "nacido y criado" en el J. J. Aguirre . Terminé mi carrera en 1974 sin tene r claro a qué me iba a dedicar. "Pololeé" con la psiquiatría a lo largo de los 7 años de estudios para terminar desilusionado por su ineficacia práctica (lo cual sé que ha cambiado mucho en la actualidad) . Lo único que sabía a ciencia cier- ta es que no iba a hace r nada quirúrgico, por mi torpeza innata. Finalmente, en junio de 1975 ingresé a la Beca-Residencia de Medicina Interna, que era como estudiar toda la Medicina de nue- vo, para terminar los 3 años sin saber qué hace r. Bueno, en realidad quería ser Endocrinó logo, pero e l entonces Directo r de Departamento de Medicina, Dr. Arturo J arpa Gana, me hizo objeto de una odiosa discriminación política ante la cual no ha- bía recurso alguno ya que estábamos e n tiempos de la d ictadura mili- tar. Ni é l ni yo nos imaginábamos entonces que yo iba a ocupar el mismo cargo de Director de Departamento de Medicina, no designa- do como e l Dr. Jarpa sino electo por mis pares. Así, me quedé e n las salas de Medicina Inte rna en donde enton- ces, como aho ra, había una gran necesidad de médicos formados en la Especialidad. Así conocí en 1978 al Dr. Ronald Gebert. Yo trabajaba un par de días a la semana en una mutual de obreros y empleados gráficos. Allí, una funciona ria me llevó a su he rmana de 16 años con gran- des linfadenopatías cervicales. La hospitalicé en mi sala de Medicina y, como parte del estudio, e nvié una interconsulta a Oncología. Pen- saba que iba a aparecer el Dr. Del Solar o el Dr. O rlandi, pe ro llegó a ver a mi pacie nte el Dr. Gebert. El Dr. Gebert había hecho casi toda su carre ra en U.S.A., regresan- do a Chile para ocupar, por poco tiempo, la Vicerrectoría de la sede de la Universidad de Chil e en Temuco. Tras este fugaz cargo, se con- trató en el J. J. Aguirre comoJ efe del Laboratorio de Bioquímica de l Departamento de Obstetricia y Ginecología en donde trabajó con la Dra. B.Q. Carmen Romero. Allí se enteró que existía esa oficina "huér- fana" de Oncología y, de común acue rdo con el Director del hospi- 84
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