Huella y presencia (tomo VI)

HUELLA Y PRl•:SE:S:C:IA VI La posibilidad de montar un laboratorio de virología, moderno, dedicado al estudio específico de los virus de la hepatitis en el hos- pital clínico de la Universidad de Chile me llevó a abandonar mi querido hospital del Salvador. Así, en 1984 me trasladé como Jefe del Centro de Gastroenterología de esta entidad, creando el labo- ratorio de Virología, el que se constituyó de inmediato en un cen- tro de referencia para el país. Esto nos dio la posibilidad de formar una seroteca que permitiera tener una información inmediata a medida que nuevas técnicas o nuevos virus fueran descubiertos. El estudio de la inmunodeficiencia humana fue un buen ejemplo de la importancia de habernos aventurado en esta iniciativ~ científica, siendo nuestro laboratorio uno de los primeros en el país en obte- ner información sobre la frecuencia del VlH en diferentes grupos de individuos. En 1989 y después de una larga investigación en biología molecular se obtuvo en U.S.A. un marcador para el esquivo virus No A No B que se denominó virus de la hepatitis C. Este descubrimiento fue trascendental y por e llo tuve la clara vi- sión que para proseguir nuestra investigación era necesario tener un laboratorio de biología molecular dedicado al estudio de los virus de la hepatitis. Con la ayuda de la dirección del hospital José Joaquín Aguirre y con la aprobación de proyectos de Fondecyt y del Inserm, obtuvimos los fondos necesarios no sólo para los insumos sino tam- bién para viajar al Instituto Louis Pasteur en París y estar así en con- diciones de aprender las complicadas técnicas de la biología molecular. Este laboratorio continúa en expansión, siendo capaz ac- tualmente no sólo de detectar la presencia y características de los virus sino también la medición de la carga viral, todo lo cual es hoy día indispensable para aplicar los nuevos tratamientos antivirales. La recepción, en 1985, del Premio de la Academia de Medicina a una persistente línea de investigación constituyó un acontecimiento muy estimulante en el desarrollo de mi carrera. Aún más importante fue e l honor, en 1992, de ser e legida miembro de número de la Aca- demia de Medicina del Instituto de Chile. Nuevamente me sorpren- dió que, para a lgunos, lo más importante era haber llegado a esta posición siendo mujer, compuesta hasta entonces sólo por hombres. Yo sólo sentí una profunda emoción al ser reconocida como un Par de 36 Pares selectos de la Medicina Chilena. Mis pasos continuaron en el Centro de Gastroenterología dellJA, ya no en lajefatura, la que abandoné en 1994 fuertemente inspirada 78

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