Huella y presencia (tomo VI)

1-1u:u .A Y l'IU:s1-::-:c1A VI en esa época la Escue la de Medicina no vivía centrada en una com- pe tencia productiva ciega. Sin duda cuando llegué de regreso me di cuenta de que no te ndría las facilidades ma terial es, de biblioteca o de interlocuto res científicos que parecía que tenía o que podría tene r e n el extranj e ro. Por ello me pregunté: "¿Qué hago?, ¿me vuelvo a USA o voy a Europa?, ¿me dedico a quejarme en contra de la Universidad de Chile?, ¿me voy a la empresa privada?, ¿lo abando- no todo?, ¿o me dedi co a hacer mi investigación y docencia seria- mente, con responsabilidad y con lo que aquí tengo, que ya es mu- cho, devolviéndol e al país lo que éste me dio libremente en educa- ción, salud, y el sentido social y é tico que ha guiado mi vida, así como un espacio humano acogedor?" Decidí hacer esto .último. Estoy profundamente agradecido de la Escuela de Medicina y de la formación que recibí en ella. Sin duda en el extranjero conocí gente notable y aprendí de ellos. Por ejemplo mi maestro en Inglaterra, el profesor John Z. Young, me dijo en algún momento: "Si quieres decir algo nuevo, tienes que cambiar tu lenguaje; pues, si no lo haces no se oirá lo que tú quie res decir, sino que lo que las palabras digan en la_ cultura del que te escucha." Sin embargo lo fundamental de mi forma- ción humana, científica y biológica sin duda lo obtuve en Chile, inspira- do y guiado por mis maestros de la Escuela de Medicina sobre el tras- fondo fundamental que me dieron el colegio y mi familia. Pero encontré algo más que cuando regresé a Chile después de casi siete añ os en e l extranjero. Me refiero a aquell o intangible y sutil que era el espacio psíquico, el ánimo que constituía e l habita r de la Escuela de Medicina como el espacio en e l que yo pasaba mis días todo e l tiempo en mi quehacer docente y de investigación. No im- porta que lo que digo suene romántico. Sin duda surgían muchos problemas de dive rsa índole en los distintos momentos del suceder universitario y d el p aís. Y con todo ello encontré un espacio que no habría encontrado en otra parte para mi labor; un espacio tanto de respeto por mi quehacer como ele confianza en mi seriedad y en mi ser é tico de modo que no tenía que es tar justificándome por lo que hacía o dejaba de hacer. Quiero a este respecto relatar en lo que sigue dos momentos particulares de ese pe ríodo. A mediados del año 1960 en e l proceso de contestar la pregunta de un alumno, comencé mis reflexiones sobre e l origen de los seres vivos las que culminaron en mi proposición en 1970 de la noción de autopoiesis en e l proceso de contestar la pregunta de un alumno. Mis colegas no entendían lo que yo d ecía y que ría hace r. Mis 50

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=