Huella y presencia (tomo VI)

de nuestra lucha declarada, ahora donde están tus aulas, cuantos hombre que de ellas salieron llenos de gloria el pecho tristes cansados miran como has sido destruida por el fuego." No me morí. Volví a estudiar medicina dos a11os después y fui acogido como ayudante alumno en la Cátedra de Biología. La Es- cuela de Medicina era para nosotros los alumnos un espacio de re- flexión y acción estimulante desde el sentir un compromiso vital con nosotros mismos, el país, y aquellos a quienes eventualmente ayudaríamos con nuestra labor profesional. En verdad era un espa- cio de formación científica y ética en al ámbito humano, no desde el discurso sino que desde lo que veíamos o creíamos ver, o yo veía o creía ver en e l actuar de mis profesores y profesoras. Recuerdo que un día en que hablaba con a lgunos compa11eros, apasionado segu- ramente por mi íntima orientación biológica, escuché al Profesor Hoecker decirme desde un lugar que yo no veía: "Para hablar como Julian Huxley hay que haber vivido comoJulian Huxley". El que uno se acuerde de las palabras de sus maestros muestra que ellas fueron evocadoras, y transformadoras. Sí, esa reflexión me mostró algo que empecé a comprender plenamente a lo largo de mis estudios de medicina y biología: Se es de una manera u otra según el vivir que se viva, y ese ser penetra todas las dimensiones del vivir de uno, desde el sentir, al pensar y el hacer, y por ello nada de lo vivido es trivial. Lo central en la formación de un estudiante no es la información, sino que el vivir del o los maestros con quienes se convive. Luego interrumpí mis estudios para viajar a Inglaterra, seducido por e l Profesor Francisco Hofmann quien me ofreció la oportunidad de estudiar anatomía y biología en Londres. Regresé seis a11os y me- d io más tarde después de doctorarme en biología, para ocupar el cargo de Ayudante Segundo de la Cátedra Biología. La Escuela de Medicina, y cuando digo la Escuela de Medicina me refiero a su gen- te, tanto Profesores, Ayudantes, Director y Decano, como al pe rsonal administrativo, de apoyo académico y auxiliares de todo tipo, me aco- gió y me dio lo que ninguna otra Universidad en e l mundo me habría dado: respeto a mi persona, libertad reflexiva, espacio de trabajo y respeto por la legitimidad de mi quehacer docente y de investiga- ción. Y digo que ninguna otra Universidad lo habría hecho porque 49

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