Huella y presencia (tomo VI)

Hi/,da BoniUa Gómez blica: HUELLA Y PRESENCIA VI recuperaron la legitimidad o ficial de su papel en la salud pública. (1) J osé M. Carrera, e n e l decreto de l 21 de agosto de 18 12 señalaba que "parecerá una jJaradoja que la capital de Chile poblada con una población más de 50.000 habitantes no haya aún conocido, una escuela para muje- res", por lo que estableció que cada monas- terio de monjas tenía la obligación de su- ministrar una sala para una escuela de pri- meras letras para mujeres. Los conventos se resistieron a la o rden, pero Carrera im- puso finalmente su criterio progresista (2) y en el pe riódico de la época, la 'Aurora de Chile, el día 21 de Agosto de 1812, se pu- "con la decencia, religiosidad, y buen exito que se ha prometido el Gobier- no ordena que a exemplo de lo que se ha hecho en los Conventos de regulares, destine cada Monasterio en su patio defuera, ó compazes una sala capaz para situar la enseñanza de niñas que deben aprehender por principios la religion, á leer escribir, y los demos menesteres de una matrona, a cuyo estado debe prepararlas la patria; aplicando el ayuntamiento de sus fondos los salarios de maestras que baxo la direccion y clausura de cada Monasterio sean capazes de llenar tan loable como indispensable objeto. Transcribase al Cabildo, y Monas- terios, é imprimase. "(copia textual de la publicación del Decreto de la época) En 1825, Chile poseía una población de 1.085.000 personas y existía una franca discriminación de gén ero (1 ). En ese contexto en que la mujer era considerada como una menor, ya que ni siquie- ra podía ser tutora de sus hijos (1 ) y cuando aproximadamente el 10% de mujeres sabían leer y e l 8% escribir, se crea en 1834 la Escuela de Matronas, durante el gobie rno de José Joaquín Prieto y 16 años después de haber sido declarada la Independencia. En esa época el requisito para ingresar a la Escuela de Obstetricia y siendo su formación eminentemente práctica, sólo se requería "saber leer y escribir, haber recibido una educación decente y serjóvenes, robus- tas y bien constituidas". De todas maneras, situándose en la época, saber leer y escribir era un requisito no fáci l de poseer para la mujer. Este hecho permi- te concluir que la posibilidad de estudiar para ellas estaba restringi- da a un grupo, que poseyera las características señaladas. Se gradua- 30

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