Huella y presencia (tomo VI)
HLl t:1.1.A Y PRl•:SI•::-IC. IA VI EDUARDO Prof Mario Luxoro Cuando yo cursaba primer año de Medicina en el año 1950 cono- cí a Eduardo Rojas. En ese curso era compañero de su hermano Tito. Un buen día Tito me propuso que fuéramos al hospital a ver a su hermano menor quien lindaba en los 14 años y estaba reponién- dose de un tifus. En cuanto lo vi, comprendí que era superior a mí: Estaba acompañado de la foto que hizo famosa a la Marilyn Monroe y que desde el hospital él había podido conseguir. A es.ls alturas, yo, que no era un quedado en esas lides, nada sabía de la Marilyn y menos de su foto desnuda. Volví a ver a Guayo -ese es su nombre de combate- cuando regresé de los Estados Unidos, en 1957. Entonces él era un estudiante de 2 2 año de medicina. Gozaba con la fisiología. Tuve la suerte que me adop- tara como tutor; conmigo desarrolló todo tipo de actividades académi- cas, incluso algunas líneas de investigación. Estábamos en eso cuando Eduardo me manifestó su voluntad de dedicarse a la Fisiología Celular. Mi consejo fue que para ese propósito necesitaba tener sólidos conoci- mientos de Química y Física y, por lo tanto, de Matemática. Para hacer en serio lo anterior, debería dedicarse,jornada completa, a sus nuevos estudios, lo que implicaba que debía dejar la medicina. Para la mayo- ría, aquellos más apegados a los valores de una sociedad tradicional, lo anterior era visto como un acto de insania; en cambio unos pocos esti- mularon a Eduardo a seguir mi consejo, aunque consideraron que real- mente se requería de un gran coraje; valor que en su vida intelectual jamás le flaqueó a nuestro Guayo. Entonces, entre él y yo inventamos una especie de Facultad de Ciencias para su uso personal. Hurgamos entre los programas de estudio en las diversas Facultades para poder elegir los diferentes cursos que Eduardo necesitaba y, a 1~ vez, encontrar un programa formal que le diera un título o grado y que, para tal efecto , exigiera sólo un mínimo de cursos ajenos a sus necesidades. Con el propósito de financiar esta iniciativa, nos acercamos a los representantes de la Fundación Rockefeller, logramos convencerlos que nuestros planes eran los adecuados y, por primera vez (y creo que la última), la Fun- dación becó por tres a11os a un estudiante para estudiar en su pro- pia patria. Una vez concluida su beca y obtenida la licenciatura en matemática, Eduardo ganó un nombramiento como ayudante pri- mero en la Cátedra de biofísica de la Facultad de Química y Farma- 266
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=