Huella y presencia (tomo VI)
DR. EDUARDO R OJAS luego a mi formación en la incipiente, pero promisoria, reconstitu- ción de proteínas en bicapas lipídicas artificiales. Y aquí nuevamen- te estaba la mano de Guayo. Habían pasado casi 10 años y muchas cosas en nuestras vidas habían cambiado. Vino Guayo a Chile y me encuentra incorporada en el trabajo de las "monocapas", y me dice: "la reconstitución en bicapas es el nuevo paso que hay que dar". Me contacta con Osvaldo Álvarez y me suministra gran parte de los ele- mentos necesarios para construir mi propio equipo. Osvaldo Álvarez -a quien también conocí en Montemar-, líder indiscutible en esta área, de partida me pasó el plano de los circuitos del equipo que tenía que construir, para luego aprender los secretos de la electrofisiología de los canales iónicos. ¡Qué realidad tan diferente a la que ahora les toca vivir a nuestros estudiantes! Los equipos de hoy son hermosas "cajas negras" llenas de perillas, sin duda, muchí- simo más eficaces que nuestros artesanales amplificadores, pero lle- nos de misterios y secretos. Yo fui de la escuela, en que teníamos que saber dónde estaba cada pieza y el porqué de la misma; modelé con mis manos la cajita .de latón de cada una de las partes y en el interior de un viejo refrigerador -como jaula de Faraday- nació mi primer set up de electrofisiología con la ayuda y el sello de Guayo. La modernidad ha cambiado la apariencia y la eficiencia de los equi- pos electrofisiológicos que hoy están en mi laboratorio, pero los prin- cipios que en esa etapa aprendí han sido mi capital de todos estos años. Luego, otro encuentro con Guayo me hace tomar nuevas determi- naciones, esto es, ir a formar parte de su grupo a México y obtener allí mi doctorado; sin embargo, otra hecatombe, esta vez menos trá- gica que la anterior, pues sólo fue económica, frustra nuevamente el proyecto de trabajar directamente con el maestro. El dólar se devalúa tan significativamente en México que Guayo renuncia a concretar su proyecto en ese país y, por lo tanto, mi proyecto perso- nal también sucumbe. Decido y hago mi primer postgrado en Chile con Cecilia Hidalgo, hija también de Montemar, luego viajo a Nueva York y me integro al Opto. de Fisiología de la SUNY a fortalecer mi formación y mi desa- rrollo en investigación. Mi trabajo allí en el lente del ojo, siendo muy interesante, no tenía proyección y continuidad en Chile y eso a Guayo le preocupaba. Guayo a la sazón, 1987, tenía un gran laboratorio en el Instituto Nacional de Salud en Bethesda, USA, y me conquista nuevamente con la propuesta de trasladarme a trabajar con él como 263
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