Huella y presencia (tomo VI)

HUELLA Y PRESENCIA VI ción de descubrir ídolos de barro. Pero, además, las escuelas tendrán que reforzar ese eje, con el marco idóneo para provocar un entorno proclive a la incorporación de tales valores. ( 7 > Ello supone, como ha sido reseñado en la Association of American Medical Colleges y el National Board of Medical Examiners, (S> reforzar una cultura institucional y externa de profesionalismo, establecer un ambiente general de confianza que evite victimizar a los intocados por esta revaluación de los valo- res, cambiar el concepto de "manejo de riesgos" por el de "reduc- ción de riesgos", especialmente en vista de los errores l!n medicina que representan un área de vulnerabilidad e incerteza para el ejer- cicio profesional ,( 9 > y hacer evaluación focalizada de la presencia concreta de estos valores, no sólo en los individuos sino en la organi- zación y en los procesos (programas, departamentos y sistemas). A todo esto, habrá que agregar el proveer oportunidades para demos- trar en los alumnos conductas positivas y ejemplarizadoras; el desa- rrollar políticas que expliciten y valoren sus expectativas y provean herramientas y recursos para que los estudiantes mejoren sus ex- presiones de profesionalismo; evaluar éste fuera del ambiente tra- dicional de la clase o de la clínica, incluyendo los escenarios admi- nistrativos, por ejemplo, para atender al comportamiento, de quien se está formando, en este tipo de trámites; así como en situaciones de gran carga emocional, como es la atención de pacientes o fami- liares, viviendo experiencias relacionadas a crisis personales, a muerte o duelo. Hasta hoy, no ha sido fácil en nuestro medio proponer y sentir que se acojan, por los alumnos, situaciones lectivas o de aprendizaje que promuevan contenidos valóricos encarnables. Tal vez la tarea no sea incorporarlos de afuera sino que hacer relevantes las virtudes internas que, estamos ciertos, aún permanecen en quienes adhirie- ron vocacionalmente a la profesión. En aquellos que han estado ex- puestos a situaciones de intensa conmoción, como sucede propia- mente en el ejercicio médico de los que lo realizan comprometida- mente, no tardan en aflorar tales valores dando una nota especial a sus experiencias y a las acciones que, asi mismo, son percibidas por los destinatarios de sus competencias. Esta constatación no hace sino ratificar que la formación de profesionales de la salud, incluida la adquisición (o confirmación) de los valores morales más pertinen- tes al ethos del servicio médico, debe centrarse en quien se desarro- lla, activa y resueltamente, abandonando la enseñanza por induc- 228

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