Huella y presencia (tomo VI)

D1: Eduardo Rosselot HUELLA Y PRESENCIA VJ ciencias de la salud, desde lo biológico a lo infotecnológico, y lo que puede determinar la atracción de lo económico o el prestigio de la profesión, aunque ya de menor peso pero aún sobreviviente. La reducción del valor de éste como modelo humano enco- miable, mal que nos pese, representa un elemento depreciado en las consideracio- nes de elección de la medicina como desti- no profesional. La gravitación ictual es otra. Si hay atractores valóricos no son morales ni adscritos a rasgos de carácter que haya que emular por su estirpe de virtud o su impronta de responsable dignidad. El pres- tigio público yace hoy más en la exposición de contrastes, en cuanto conflictivos y acuciantes, que en la solidez de temperamentos, la rectitud d e conductas, la armonía entre los con- cep tos que se emiten con la disposición de los atributos exhibidos. Es que las transformaciones que ha experimentado nuestra socie- dad y la profesión médica, consiguientemente, han sido de gran no- tori edad y, especia lmen te, aceleradas en los últimos decenios del si- glo XX. ! H l Se sabe que e llas obedecen a múltiples factores y se tra- ducen en evidentes cambios no sólo en los objetivos, modelos y me- d ios de la atención médica sino que en lo más central de ésta, la relación médico paciente, de la que depende, en gran parte, la con- fianza mutua que juega un pape l fundamental en la efectividad de la acción y, por tanto, en la satisfacción del paciente frente a lo que espera y recibe, y del médico en cuanto ofrece y logra. Del mismo modo que en el resto del mundo, aunque con el retardo admisible que significa estar (o sentirnos) en las antípodas universales, nuestra peque11a sociedad, incorporada ya, o sumergiéndose más bien, en la cultura de la información, se despojó de la protección y seguridad que e l papel tutelar del médico le había ofrecido por centurias y rei- vindicó su autonomía y su albedrío frente a las eventualidades que alteran su salud. Concomitantemente, el médico perd ió su rol por haberse distanciado, talvez sin advertirlo, del trato y la comunicación interpersonal de que gozaba libremente hasta mediados del siglo, ex- perimentando, e n contraste, la desconfianza y e l temor a terceros que se adentró en todo círculo - incluso de amistades o familiar-. Al mismo tiempo, fue arrastrado a privilegiar la tecnología, la organi- 224

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