Huella y presencia (tomo VI)

HU:U.A Y PRESENCIA VI Siendo un cachorro el animal llegó por su cuenta a los talleres del Campus Norte. Fue entonces cuando Jorge Pérez lo adoptó, le dio alimento y cariño. Así nació una estrecha y ejemplar amistad que ha sabido superar grandes dificultades. "En esa época la facultad no tenía perros y él cumplía la labor de guardián porque ladraba, perseguía a los intrusos, incluso en una ocasión salvó a un compañero de ser asaltado. También recuerdo que corrió tras un ladrón que estaba llevándose una radio y, como lo mordió en los tobillos, al hombre no le quedó otra que soltar la radio y salir arrancando", señala orgulloso. Pero con el paso del tiempo otros canes lo reemplazaron y enton- ces el "Mono" fue perdiendo su lugarjunto a los guardias, quienes se hicieron cargo de los nuevos perros. "Lo atropellaron en 1996, lo iban a eliminar pero nosotros, con mi amigo Yánez, quien murió hace unos años, les pedimos que no lo hicieran. Aplicando vendajes y antibióticos lo sacamos adelante. Le quedó un poco torcida la pata pero sobrevivió", afirma. Al poco tiempo lo atropellaron de nuevo y esta vez la otra pata sufrió las consecuencias, quedando también torcida. "Por eso le ladra a los autos, seguramente se acuerda de estas malas experiencias", se- ñala comprensivo. Con el apoyo de diversas personas que le regalaban algo de comi- da o que atendían gratis al perro cuando se enfermaba, consiguió que superara varios accidentes, enfermedades y enfrentamientos con otros animales. "La señora María Awad, dueña de una clínica veteri- naria, lo ha ayudado muchas veces. Le manda alimento hasta el día de hoy. Es que el Mono se hace querer y también es muy enamoradi- zo, por eso se pierde durante varios días cuando está pololeando", dice. En una de esas salidas, que solían prolongarse por un máximo de cinco días , el perro no volvió más. "La primera semana de diciembre del 2000 desapareció. La gente me dijo de todo: que se lo había lleva- do la perrera, que lo habían atropellado, pero también había algunos que me daban esperanzas asegurándome haberlo visto en la Vega o cerca de los hospitales. Entonces, en mi hora de almuerzo, después del trabajo o durante los fines de semana, salía a buscarlo con una foto suya en la mano pero, lamentablemente, no hubo suerte. Du- rante un año no supe de él", comenta. En el intertanto, llegó a la facultad otro cachorro que apodaron el "Puma". José Candia, quien era jefe del Choche en ese entonces, 218

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