Huella y presencia (tomo VI)

HUELLA Y PRESENCIA VI agrícolas y el cargo era como obrero, lo que no me convenía, ade- más era muy lejos y había poca locomoción. Por lo tanto, me devolví a la Casa Central y nuevamente el señor Vera me mandó con una tarjeta de presentación al Pedagógico, al Departamento de Educa- ción Física, donde me recibieron muy bien y me señalaron que el trabajo se encontraba en la cancha que estaban construyendo. Fui- mos al lugar y el trabajo consistía en formar una cuadrilla de obreros donde a mí me correspondía arnear tierra de hoja y trasladarla en una carretilla para construir la cancha de fútbol. Por cjerto que no era de mi agrado ese trabajo y volví una vez más a la Casa Central y seguí jugando, esperando una nueva posibilidad. En el año 1959, la compañía LAN Chile me ofrece perspectivas de trabajo más contrato, por lo tanto, cambio de club; ellos también jugaban en el regional central y tenían otros equipos de divisiones inferiores participando en la Asociación San Eugenio, ligada a la Asociación Nacional de Fútbol Amateur; fui nominado en la selec- ción de la Asociación San Eugenio la que se clasificó y tenía que viajar a Calama a los cuartos de final. Nos preparábamos para el via- je, había tenido que ir al sastre para confeccionarme el uniforme a la medida, era un ambo con chaqueta tono crema con pintas tono pimienta, muy llamativo. Yen esto de encargos por encontrar traba- jo, fui llamado por un tío, Pedro Peña, para avisarme que había un trabajo en la Escuela de Medicina. Me presenté en el Instituto de Fisiología; se trataba del reemplazo de un técnico, señor Mario Rivas, quien trabajaba en el Laboratorio de Química con el doctor Osvaldo Cori, y pedía permiso por algunos meses sin goce de sueldo. Tenía que tomar una decisión: trabajo con posibilidades de con- trato o el viaje a Calama en la delegación de San Eugenio. El destino optó por la renuncia al viaje. Fue así como llegué a la Escuela de Medicina a encontrar el cami- no para poder enrolarme en esta facultad. El trabajo quedaba en el Instituto de Fisiología. Ha pasado mucho tiempo, pero en este período he podido reflexio- nar y crecer con todo mi camino que he hecho en este Instituto de Fisiología de la Escuela de Medicina, dirigido en esos tiempos por dos grandes directores: profesor Francisco Hoffman y doctor Samuel Middleton Marchant. En Fisiología recuerdo haber llegado a cono- cer a tantas personas que formaban como una familia de trabajo don- de se comunicaban dentro de un sector de la Facultad de Medicina y que era el viejo Instituto de Fisiología en el antiguo edificio, que se 206

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