Huella y presencia (tomo VI)

HUELLA Y PRESENCIA VI Posteriormente, mi padre es nombrado mayordomo del edificio en construcción del hospital, construcción que estaba detenida por varios años y que después dio paso al actual hospital José Joaquín Aguirre, inaugurado el 17 de octubre de 1952. Entre los años 1940-1947 se desarrolla mi niñez en un terreno in- menso que lo cerraba una pared de adobes desde Av. la Paz hasta Independencia, sin ninguna puerta. Para salir a la calle se usaba una escalera, y por el otro lado lo cercaba un entablado que dividía el hospital San Vicente y la cancha de fútbol. Teníamos un inmenso patio parajugar, nuestra casa se encontraba en el diente que hoy ocu- pa el Centro de Imagenología (información radiológica). Este inmenso edificio se encontraba en obra gruesa, mi padre por tener tanto espa- cio crió algunos animales, como cabras, ovejas, gallinas y pavos que alegraban la soledad del lugar, pues no teníamos vecinos y menos amigos con quien jugar. 1 Sin embargo, dentro del hospital San Vicente, que eran nuestros vecinos, vivía una comunidad muy agradable, con mucho compañe- rismo. Enesos tiempos muchosjóvenes de pueblos cercanos a Santia- go emigraban buscando nuevas perspectivas de vida que no fuera el campo. Por esta razón esta comunidad era joven y llena de entusias- mo, guiados por una comunidad de monjitas que administraban el hospital, con una disciplina rígida y estricta aplicada a todo el perso- nal tanto auxiliares, practicantes y empleados de salas. Siempre esta- ban organizando actividades como celebraciones de las fiestas patrias o religiosas. Estas monjitas fi:ieron un gran aporte a la comunidad del hospital San Vicente. Recuerdo que crearon incluso un pensio- nado para las jóvenes solteras que trabajaban allí. Era como una pe- queña aldea donde existían comedores, panadería, lavandería, fá- brica de jabón, sala de costura y bodega de carbón-leña. Por esas cosas de la vida siempre estuve relacionado con la Univer- sidad de Chile a través de mi familia, muy especialmente de mi padre, el cual siempre fue funcionario de la Universidad de Chile, a través de la Facultad de Medicina y posteriormente del hospital José Joa- quín Aguirre como cuidador. Por lo tanto, conocía bastante del am- biente que se desarrollaba, tanto laboral como deportivo, en el hospi- tal José Joaquín Aguirre; fue así como estuve trabajando un tiempo, como empleado reemplazante, por seis meses entre los años 1957 y 1958. Cuento todavía con un certificado firmado por el Dr. Pablo Gopfert Seinecke, Director Subrogante de esa época. Con la ilusión de ser futbolista profesional, no por el interés de 204

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