Huella y presencia (tomo VI)

DRA. CARMEN PA1N.z1 F1cu~:ROA Trabajé junto a ambos y en particular fui dirigido por el Dr. Lifschitz, quien fue mi director de tesis, pero de una forma casi imperceptible y fluida me fui aproximando al Profesor Adrián, de quien recibí el consejo y apoyo intelectual y técnico que culminó en un muy hermoso trabajo, con el que di comienzo a mi carrera profe- sional. Como muchos otros, fui capturado por el magnetismo inte- lectual que irradiaba su personalidad penetrante, emocionalmente equilibrada, socialmente afable, intelectualmente agudo, reflexivo, creativo y rápido, sencillamente agotador. Poseedor de una argu- mentación lógica, apoyado permanentemente por el sentido común. Recuerdo cómo se divertía al corroborar, después de analizar algún resultado experimental, que éste respondía a algún patrón precon- cebido el cual buscaba con afán. Recuerdo con mucha nostalgia lo contagioso que fue entre nosotros, de modo que al poco tiempo estábamos todos ante algún hallazgo exitoso celebrándolo, muy con- tentos e invadidos de un sentimiento de alivio tal que no sentíamos el agotamiento provocado en ocasiones po r muchas horas de traba- jo continuado y extenuante. El profesor tenía un muy reconocido carácter amable y respetuo- so, sin exageraciones ni estereotipos, era caballeroso en el trato consi- guiendo extraer de sus interlocutores los sentimientos más nobles. Muchas veces le fue solicitado su consejo para la solución de conflic- tos en que la buena voluntad de las partes por resolver los problemas era lo más importante y la llave maestra para su solución. Él magistral- mente proponía la solución que las personas en conflicto no habían podido ver, terminando por resolverse la situación casi naturalmente. Esta escasa cualidad le hizo merecedor del reconocimiento de la mayo- ría de sus colegas, quienes le buscaron para solicitar de su consejo. Fui testigo también de sus preocupaciones y anhelos. Era tre- mendamente realista, respetuoso y tolerante. Nos tocó vivir momen- tos muy difíciles, los que sobrellevamos con estoicismo, no perdien- do de vista lo más importante, la supervivencia de la Universidad de Chile y la protección de su capital más importante, su gente. Mu- chas veces lo vi haciéndose presente en momentos en que nuestras dependencias eran invadidas por la fuerza, en la búsqueda de opo- sitores al régimen, con su valerosa gestión, consiguiendo disuadirlos de su intento. El Profesor aceptó con ese mismo valor una larga enfermedad, nunca perdió su compostura, la enfermera que lo cuidaba en los últimos momentos, estando hospitalizado, nos relató que le parecía 181

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