Huella y presencia (tomo VI)
PROF. SERGIO CABRERA SILVA por las difíciles circunstancias económicas actuales. Pero la univer- sidad, desde que ingresamos, ha estado siempre en permanente ebullición de ideas y conflictos. Nuestra academia está legitimada cuando los que la formamos tenemos conciencia de haber colabora- do a su permanente construcción y mejoramiento. Esto lo digo sin pecar de falsa modestia, lo puedo expresar porque tengo treinta y cuatro años recorridos en mi institución y he salvado todas las eta- pas de la carrera académica por lo que me siento con todos los de- rechos y los deberes de mi querida Universidad de Chile. Proyectados estos mismos parámetros (autoridad y poder) al ám- bito de las relaciones internacionales, vemos que no existe un diálo- go verdadero, sino una suerte de negociación permanente de las gran- des potencias intentando obtener dividendos de las naciones más pequeñas. Y las naciones pequeñas tratando de obtener en estejue- go un mejor precio de venta de sus recursos naturales o beneficiarse con la adquisición de algunos productos que pudieren mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Las naciones europeas tienen muchos más años de academia uni- versitaria que nosotros; es por ello que todos los que la componen saben desde el inicio que cuando cumplan los sesenta y cinco años jubilan sin retirarse completamente, pero pierden todo acceso al po- der, manteniendo intacta y acrecentada la autoridad académica y personal. Nuestra institución está muy lejos de este ejercicio. Por el contrario, cuando mis maestros se acercan a este límite, parece que luchan por puestos de poder, lo que lamentablemente les disminu- ye su autoridad y los debilita. Es difícil que en un futuro próximo esto cambie para tratar de emular a las universidades de las socieda- des más antiguas. El reconocimiento de la academia La academia de la Universidad de Chile tiene aún un marcado perfil formador de hombres y profesionales. Este hecho lo reconoce la mayor parte de nuestros alumnos, últimamente denominados nues- tros "clientes". Una institución, en permanente adecuación a los cambios, tiene dos grandes peligros: a)favorecer demasiado el tra- bajo de líderes individuales, que muchas veces dificultan la partici- pación de los demás miembros de la comunidad, y b)el cierre de muchos espacios de diálogo (vertical y horizontal) que enriquecían la academia, antes de 1973. Es necesario encontrar un equilibrio entre ambas posiciones. 169
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