Huella y presencia (tomo VI)
DR. JOSÉ NAVARRO BARÓN de la Sociedad de Genética de Chile y su primer Presidente, desde ella nos enseñó a defender la disciplina, a mantenerla vigente tanto desde la sala de clases como en el laboratorio de investigación, en reuniones científicas y en la sociedad. Fue importante en mis prime- ros años de formación sus consideraciones desde el ámbito humanis- ta del científico y sus consideraciones éticas". [VER: Marcas que enor- gullecen. Gioconda Peyrin Segel. Huella y Presencia. Tomo 111. pág. 197. Amanda Fuller. Editora responsable]. Al padre amigo lo encontré en Alberto Veloso Martínez: "Trabajé unos 20 años con Alberto (relación que no se ha interrumpido), en la formulación de proyectos de investigación, en salidas a terreno para recolectar material biológico en el marco del proyecto en desa- rrollo, en el trabajo del laboratorio para obtener lo que él considera- ba lo más importante, datos que permitieran poner a prueba las hipótesis planteadas. Luego el riguroso trabajo para escribir manus- critos, como culminación del trabajo de investigación realizado. Es- cribir junto con el Dr. Veloso fue lo que más puso a prueba mis capacidades y limitaciones como académico". Las décadas del 70 y 80 pasaronlentamente, la dictadura es lo más nefasto que pueda existir, muchos aspectos de nuestra vida académi- ca fueron truncados, rectores paracaidistas, movilizaciones, paros, la Facultad cercada, las bombas lacrimógenas en los patios y laborato- rios (1984). Los alumnos "corrían desordenadamente por los pasi- llos", como describía estas situaciones el Dr. Raúl Fernández-Donoso en una carta dirigida al Decano. Mientras tanto la Academia con- tinuaba, se enseñaba en las aulas, en los prácticos y seminarios, se publicaba, se hacía teatro, los alumnos ganaban un centro de alumnos democrático, expulsaron a los que traían la peste, se acercaba el fin de la dictadura. (La Granja de los Animales). En este ambiente, el Profesor Gustavo Hoecker Salas, maestro al fin y al cabo, enseñaba incluso por los pasillos. Una tarde iba yo por el subterráneo y él salió de un ascensor, lo saludé, me miró y me dijo, sin mediar saludo -¿Qué son los cósmidos? Me quedé mi- rándolo en silencio-. ¡Los que Prof !, (también era Prof) - ¡ Los cós-mi-dos! Yo mudo. Agregó -¡No estás al día, no has leído los últimos trabajos científicos!- y continuó su camino, con su cami- nar altivo, con el saberse orgulloso de su inteligencia. Rápida- mente me dirigí al laboratorio que comparto con Patricia !turra Constant -Mi compañera amiga, colega, hermana, Patricia lturra Constant- (constante), ha sido la persona más permanente de 149
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