Huella y presencia (tomo VI)

DRA. MIREYA BRAVO LEC.HAT implementarse cada vez más. Siguiendo esta línea conjunta con in- vestigadores básicos también trabajé con la Dra. Juana Pincheira, estudiando el daño en la reparación del DNA en distintas patologías (Anemia de Fanconi, Síndromes Mieloproliferativos, Ataxia Telan- giectasia, etc.), estableciendo para estas patologías protocolos de es- tudio. También en esta línea describimos el primer paciente con Sindrome de Nigmegen en Chile y tantas otras alteraciones. Al igual que la experiencia con el estudio del Loxoscelismo, la realización de estas investigaciones apoyan la importancia y proyección del tra- bajo conjunto de académicos básicos y clínicos dentro del marco universitario, amplía el horizonte de la comprensión de los fenóme- nos clínicos y estimula la investigación. En los años 1971 y 1975, volví por períodos de tres meses cada uno a Estados Unidos, al New York Hospital y a Georgetown. Allí estudié Anemias nutricionales y leucemogénesis, respectivamente. Después de algunos años el equipo de Hematología del hospital Roberto del Río fue creciendo en número y experiencia, y pudi- mos dividirnos en grupos de oncología, anemias, coagulación y ban- co de sangre, a la vez que formar a un buen número de hematólogos- pediatras chilenos y latinoamericanos. La experiencia acumulada fue publicada en revistas y libros. Parti- cipamos en la Sociedad Chilena de Hematología, que tuve el honor de presidir durante un período, y participamos además en cursos y reuniones científicas dentro y fuera del país. En lo docente fui ayudante, profesor encargado de curso, tutor de becados, etc. La enseñanza de la Hematología pediátrica la hice con mucho compromiso y entusiasmo y fue muy gratificante. Al es- tar a cargo del laboratorio de Hematología agregué a mi experien- cia el trabajo en equipo con tecnólogos médicos y auxiliares, esto no sólo permitió tener un laboratorio hematológico muy desarrollado para la época; fue además muy estimulante, me enriqueció huma- namente y adquirí buenas amigas. La participación en diversas labores administrativas y comisiones de trabajo, tanto en el Departamento de Pediatría como en la Facul- tad, me permitió desarrollar nuevas habilidades. Así pasaron los años, debo reconocer que siempre tuve nuevos desafíos. En la década del 90, el grupo hematológico estaba consoli- dado y pude dedicar más tiempo a las anemias y a la docencia. En esta época también empecé a tomar mayor conciencia de los conflictos éticos que se presentaban en las patologías hematológicas y 143

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