Huella y presencia (tomo VI)

HUELLA Y PRESENCIA VI tica como hematólogo. Así, casi sin darme cuenta, antes de recibir- me sabía a qué me iba a dedicar. Terminar los estudios de pregrado marcó una nueva etapa. No puedo dejar de hacer una mención especial a mis compañeros de curso. Me tocó participar de una vida universitaria muy rica en valo- res, con múltiples intereses, con luchas ideológicas pero con gran sen- tido de compañerismo y amistad. Tengo el mejor de los recuerdos de mis compañeros de curso yme es particularmente grato encontrarme con ellos. Ya recibida, seguí participando de las actividades dH grupo de hematología mientras encontraba el sitio donde trabajar. A poco an- dar, estando en el laboratorio supe que se necesitaba alguien interesa- do en hematología pediátrica en la Cátedra de Pediatría del Dr. A. Scroggie. Paralelamente el Dr. Ronald Youlton que había sido com- pañero de curso y había ganado una beca de Pediatría en dicho hospital, hizo los contactos para ser recibida por el Dr. Scroggie. Así llegué al hospital Roberto del Río donde me quedé durante más de treinta años. Mis méritos en ese momento eran saber un poco más de hematología que un recién recibido, pero no así Pediatría. Tam- poco conocía el hospital, ni su gente, ya que había hecho el curso de Pediatría en el hospital San Juan de Dios en la Cátedra del Dr. A. Steeger. La figura del Dr. Scroggie era imponente y yo advertí rápi- damente que estaba frente a un gran clínico, por lo que me sentí nuevamente privilegiada de poder iniciarme en su Cátedra. Ingresé en un reemplazo de un cargo de 33 horas con un plan de trabajo semejante al que hacían los becados de Pediatría. En un comienzo, en la mañana atendíamos primero una sala de lactantes y luego una de segunda infancia, en la tarde hacíamos policlínico general de Pediatría. Poco a poco fui rotando por todas las unidades de hospi- talización de la época: Recién nacidos, Tuberculosis, Nutrición, In- fecciosos. Terminada mi jornada en el hospital Roberto del Río, me iba al Servicio de Hematología del hospital Salvador, llevaba mues- tras de sangre y láminas de pacientes hematológicos en la cartera y los Ores. Guzmán y Etcheverry seguían enseñándome. En la Unidad de lactantes, los Ores. A. Vignau y A. Schuster, que eran ayudantes del Dr. Scroggie, me enseñaban Pediatría. En cada una de las Unidades los clínicos antiguos me traspasaban experien- cia. Llevaba poco má_$ de un año en el hospital cuando el cargo que ocupaba fue llamado a concurso y debía optar a la carrera académica. 140

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