Huella y presencia (tomo VI)
MI VIDA LIGADA A LA FACULTAD DE MEDICINA Dra. Mireya Bravo Lechat LucuÉA LA ESCUELA DE MEDICINA m,CIÉN CUMPUDOS los 17 años, venía de Antofagasta, de un medio protegido a una ciudad que apenas cono- cía. El desafío era tremendo, debía empezar por aprender a mover- me en las calles de Santiago, pero más importante, a iniciar una nueva etapa de mi vida en ambiente absolutamente desconocido en que todo me parecía ajeno. El primer día de clases me encontré con 150 compañeros, de los cuales 30 eran mujeres. Conocía sólo a Hernán Díaz MacDonald, que como yo venía desde Antofagasta. Así, yo miraba con cierta angustia como se formaban grupos de amigos y conocidos, los que venían del Instituto Nacional, del Internado Nacional Barros Arana, del colegio Saint George' s, los oyentes del año anterior, etc. Sin duda deben haber sido muchos los que estaban solos como yo, pero a mí me parecía que yo era la única en esas condiciones. Todos con mucho entusiasmo y alegría se comunicaban información, se daban datos y sabían todo lo que había que hacer. A poco andar fui conociendo a mis compañeros. En las primeras clases nos sentábamos, en el audi- torio de la calle Borgoño, de acuerdo al número que habíamos ocu- pado en la lista de selección; así primero conocí a los que se senta- ban cerca, luego a los que formaban mis grupos de trabajos prácti- cos, en los que nos repartían en general por orden alfabético. Recién empezábamos a darnos cuenta de qué se trataban las asig- naturas cuando empezó una larga huelga de estudiantes de medicina. Como era de esperar, yo no entendía sus causas, pero me preocupaba que no hubiera clases porque aún no tenía claro las materias que de- bía estudiar. En todo caso, era evidente que debía avanzar en Anato- mía, pero me costaba empezar a ubicarme. Algunos de nuestros ayu- dantes, que eran alumnos de cursos superiores, se preocuparon de enseñarnos durante este período. Recuerdo a mi grupo de Anatomía sentado en las gradas de entradadel Departamento de Anatomía mien- tras el Dr. Alberto Edwards, en esa época ayudante-alumno, nos ense- 137
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